miércoles, 28 de febrero de 2018

Sobre algunas políticas del F.C.E. de México

Vista de la librería "Rosario Castellanos", del F.C.E. de México
Se sabe que España, México y la Argentina son los tres países que más libros publican en castellano. También, que van a la cabeza de la traducción de textos a nuestra lengua. A esta breve lista, en los últimos años se han sumado Colombia y Chile, países que han visto una verdadera explosión de buenas editoriales independientes, aportando asimismo su cuota de libros traducidos.

España se autoproclama como poseedora de gran industria. Detrás de tanta pujanza, sin embargo, no hay tantos lectores como se supone, sino más bien, la posibilidad de que distintas empresas europeas, poseedoras de grupos editoriales ubicados en la Península, puedan realizar la correspondiente desgravación impositiva gracias a las leyes de la Comunidad Europea. Así, un mismo título puede salir en seis colecciones distintas con diferentes precios, sin que importe si se vende o no. Dicho de otro modo, no se edita para que se lea, sino para que cumpla con la cuota requerida para evadir impuestos. Los libros en cuestión, al cabo de tres meses, ya serán nuevamente pasta para que la maquinaria siga funcionando. El sobrante posiblemente termine comprado por las filiales latinoamericanas de esas mismas multinacionales que, en muchas oportunidades, recurren a subsidios de la Comunidad Europea para publicar lo que competirá deslealmente con los libros de Latinoamérica. Una vez cumplido el año, los gerentes, muchas veces salidos de escuelas de administración de empresas, podrán entonces jactarse de balances impecables.

En la Argentina el Estado no interviene en la producción de libros. De hecho, salvo el caso de alguna de las pocas editoriales universitarias, siempre ha sido ajeno a los avatares del libro, aunque en la actualidad, al suspender las compras para Ministerios y bibliotecas, parece más ausente que nunca. El sector, como ha podido leerse repetidamente en las entradas del último año y medio en este blog, vive una crisis profunda, pero, al mismo tiempo, la carencia de subvenciones y la naturaleza de la crisis misma han permitido una bibliodiversidad como acaso no exista en otras latitudes. Por supuesto que no es consuelo.

La cafetería de la librería "Rosario Castellanos", del F.C.E.
En México el mecanismo de publicación de libros presenta otro tipo de perversión. Acá no se trata de grupos multinacionales, sino del Estado mismo. De hecho, el 70 % de todos los libros que se editan en México lo publica el Estado a través de sus editoriales. Esos libros, que raramente llegan a las librerías y que sólo parecen visibles en las muchas ferias del libro que existen en ese país de pocas librerías, luego son vendidos por esas mismas casas editoriales al mismo Estado que puso el dinero, creando así la ficción de una pujanza que realmente no existe. 

El 30 % restante del mercado, que corresponde a las editoriales independientes, tiene así que competir en desventaja contra el Estado mismo. Se da entonces la paradoja de que una editorial, a lo largo de treinta años, publica con gran esfuerzo a un autor que, de buenas a primeras, es tentado con un dineral por una de las editoriales del Estado que luego vende las obras completas de ese autor a un precio muy similar al de cada libro unitario publicado por un independiente. 

Para continuar con estas fealdades, están también la distribución y la comercialización. En el caso de México, un país con más de 130.000.000 de habitantes para los cuales apenas existen 250 librerías (las estadísticas son oficiales), las librerías del Estado, como las varias que posee el Fondo de Cultura Económica, por ejemplo, resultan vitales. Sin embargo, como le fue dado comprobar al Administrador de este blog, por una curiosa política gerencial, éstas privilegian los libros de esa única casa editorial y los de las multinacionales españolas, en desmedro de todo el resto de la producción local, incluido lo producido por otras editoriales estatales, como la UNAM, el Colegio de México y los muchos sellos que co-editan con CONACULTA. Habrá quien ponga el grito en el cielo y diga que esto no es así. La respuesta es simple: tres títulos de la UNAM y cinco del Colegio de México no constituyen una verdadera distribución. Las bodegas y depósitos de una y otro están llenos de títulos que sólo ven la luz en las ferias, cuya importancia radica en que, dado el bajo número de librerías en proporción al número de habitantes del país, resultan cruciales para muchas ciudades del país porque se constituyen casi en la única oportunidad en el año para adquirir libros. 

Otra vista de la librería "Rosario Castellanos" del F.C.E.
Sin ir más lejos, en la librería del FCE "Rosario Castellanos", ubicada en la calle Tamaulipas, al final del la Colonia Condesa, en el Distrito Federal, uno puede observar que las primeras mesas corresponden exclusivamente al FCE y, en paralelo, a Penguin Random House y Planeta, lo cual constituye una muy curiosa manera de cuidar el patrimonio nacional. Es, para decirlo de algún modo, una manera de aumentar las subvenciones que esos grupos reciben en España, con otras subvenciones indirectas que se les otorga en Latinoamérica a través de un Estado nacional que se dice soberano.

Más sorprendente aún es que, cuando uno quiere fotografiar todo eso para documentarlo, un guardia de seguridad se acerque para indicar que es política de la empresa no autorizar fotografías en la librería, como si en ésta se estuviera realizando algún tipo de operación secreta. 

Cabe agregar que, cuando el Administrador de este blog se dirigió al encargado para indicarle lo escandaloso de la medida, éste, a regañadientes, accedió a permitir las fotografías, que, según aclaró una vez más, estaban prohibidas por la gerencia. 

¿Qué es mejor? Entendemos que debe existir un punto medio entre todas las prácticas mencionadas en esta entrada que hasta ahora parece no haberse alcanzado

martes, 27 de febrero de 2018

Una traducción que desató una polémica

La historia que se refiere a continuación tiene varios pasos que necesitan cada uno de ellos su correspondiente aclaración.

Desde hace ya varios años los coreanos, a partir de su Instituto de Literatura, están invirtiendo verdaderas fortunas con el objeto de que sus libros circulen por el mundo traducidos a las más diversas lenguas. El objetivo es lograr que su cultura no sea adscripta a la de China o Japón, los dos vecinos gigantes, con los que la mayoría de la gente suele confundirlos.


Han Kang es una autora surcoreana que publicó una novela, editada en la Argentina por la editorial Bajo la luna, como La vegetariana 

Posteriormente, ese mismo libro fue traducido en Gran Bretaña por Deborah Smith, una especialista en  ficción coreana, quien, además, en 2015, había fundadoTilted Axis Press, una editorial sin fines de lucro, que se centra en la ficción contemporánea específicamente de Asia. Asimismo, su ensayo sobre la traducción de libros, Fidelity, será publicado en el Reino Unido por Peninsula Press.



Por su traducción, Smith recibió, junto a su autora (foto), el Premio Man Booker International en 2016. 

Acto seguido, se desató una curiosa polémica en Corea del Sur a propósito de la calidad de la traducción que, según los especialistas de ese país, difería notablemente del original. La polémica fue levantada por el diario británico The Guardian, en un artículo publicado por Claire Armistead (https://www.theguardian.com/books/booksblog/2018/jan/15/lost-in-mistranslation-english-take-on-korean-novel-has-critics-up-in-arms)

Acto seguido, Deborah Smith publicó el siguiente artículo en Los Angeles Review of Books, que se ofrece a continuación en traducción de Silvia Camerotto


De qué hablamos cuando hablamos de traducción

En los últimos años, la traducción literaria ha tenido su auge en los Estados Unidos y, en especial, en el Reino Unido, y este nuevo estado de las cosas se renovó gracia sal Premio Internacional Man Broker que dio igual reconocimiento tanto al autor y como al traductor. Cuando premiaron a La vegetariana, de Han Kang, la traducción literaria también se convirtió en el centro de atención en Corea del Sur. Por supuesto, no hay consenso, y algunos críticos surcoreanos se quejaron de esta tendencia a tratar los premios extranjeros como una especie de referéndum sobre la calidad de la literatura coreana en su conjunto.

Pero hay dos cuestiones en juego ante la llegada de La vegetariana a nuestro país y al extranjero: la política cultural de los premios, y la naturaleza y el estado de la traducción. La creciente atención y aprecio que recibieron la traducción y el traductor socavó el mito del acceso al original sin mediación, una fantasía en la que tanto los lectores de una traducción como los del original tienen que ver. Lisa y llanamente, la gente piensa que han leído Guerra y Paz, y no una traducción inglesa de “Guerra y Paz, y que esa cosa que aman, -ya sea un libro particular o una cultura- es en realidad aquello realmente aclamado. Todas estas ansiedades surgen de que la traducción es un arte profundamente extraño y a menudo, contradictorio. También, quizás, el único arte que puede no ser solo malo, sino incorrecto, y siempre tendrá fallas.

Decir que mi traducción de La vegetariana es un “libro completamente diferente” del original coreano es, por supuesto, en un sentido, en todo correcto. Ya que no existe una traducción en verdad literal –no coinciden las gramáticas, el vocabulario difiere, incluso la puntuación tiene otro valor- no existe una traducción que no sea “creativa”. Y mientras muchos de nosotros, traductores, nos creemos “fieles”, las definiciones de fidelidad difieren. Porque las lenguas funcionan de modo diferente, mucho en la traducción es una cuestión de lograr un efecto similar por medios diferentes; no solo la diferencia, el cambio y la interpretación son normales, sino que son, además, parte integral de la fidelidad.

Creer que La vegetariana fue mejorado por la traducción porque el original no tuvo el mismo nivel de éxito implica un cierto nivel de pensamiento selectivo. Al fin y al cabo, su parte central obtuvo el Premio Literario Yi Sang, el premio más prestigioso de Corea del Sur. Más que nada, en realidad, no existe éxito comparable al otorgado por Man Brooker; el establishement literario coreano valora más los premios literarios internacionales antes que los nacionales. Según el resto de los estándares, Chaesikjuuija (el título coreano de La vegetariana) fue un éxito, con 20.000 copias vendidas (y en su 14º reimpresión) cuando se publicó mi traducción al inglés, siete años después que el original coreano. En ese momento, se publicaron traducciones en China, Argentina, Polonia y Vietnam, algo inusual para un libro coreano. Una vez más, el imperialismo cultural implica que ninguna de esas traducciones no inglesas, por bien recibidas que sean, podrían catapultar el libro al éxito internacional. Lo más significativo para mí fue que cada una de ellas surgió, así como mi versión inglesa, de un amor tan grande de un traductor por un libro como para querer dedicarle su tiempo.

Algo más sucedió en el transcurso de esos siete años: Corea del Sur criminalizó la violación marital. Entonces no es tan difícil entender por qué un libro que expone esta violencia estructural pudo haber sido recibido de otro modo por el establishment literario (mayormente masculino) antes que por muchas mujeres coreanas que no lo consideraron ‘extremista y estrafalario’ de ningún modo. Quizás el enfoque abrumador sobre la estética del La vegetariana es una manera de evitar hablar sobre su política.

Han Kang ha sido elogiada altamente por cosas que no tienen nada que ver con el traductor, como las ‘potentes imágenes’ (The Guardian),’(brillante) estructura tripartita’ y ‘climax demoledor, fantasmagórico, aunque emocionalmente verdadero’ (Publishers Weekly). La estructura, el argumento, temas, caracterización, etcétera, son todos obra de la autora. Los traductores, en su mayoría, se ocupan de la lengua: estilo, tono, ritmo. Y los lectores coreanos de Han Kang siempre han destacado su estilo ‘poético’. Una nota del 2011 la presenta como aquella que obtuvo notoriedad ‘por su lirismo y estructura detallada’; un artículo del 2017 del Kyunghyang Shinmun sostiene que la ficción en Han ‘parece poesía’, lo que es apropiado para la prosa de alguien que es poeta édito, y menciona también su ‘estilo delicado y sensual’. Es cierto que este lirismo es menos marcado en La vegetariana que en Actos humanos y especialmente en su último trabajo, El libro blanco, que es casi una serie de poemas en prosa, pero aun está allí –un sutil estilo poético que es sobrio y discreto. Por cierto, no era mi intención producir un estilo pretencioso y florido en inglés (aunque las novelas tienden a no ser monocordes, tienen momentos de mayor o menor intensidad), y tampoco creo que ocurriera inconscientemente. Lectores y críticos describieron el estilo de la traducción como ‘sutil’ (Independent), ‘preciso y discreto’ (Irish Times), y ‘discreto hasta la médula’ (New Statesman). Ellos se refieren a su poesía también, sin implicar que estos pudieran ser mutuamente excluyentes- el autor Deborah Levy lo llamó ‘poético pero realista’.

Aun así, algunos creen que mi traducción ‘sobre poetizó’ un original que era sobrio y discreto antes que poético. Como traductores, somos por lo general nuestros críticos más duros; creo que hay mucho qué criticar en mi traducción. Lo que me preocupa es cuando el deseo de demostrar una idea en particular sobre una traducción alienta a una visión engañosa sobre el original –en este caso, pasando por alto la poesía que yo y muchos otros ven en la escritura de Han. El estilo literario no es tan solo una marca de identidad, como una huella digital –también tiene una función y un sentido. La función es la parte más sencilla:la prosa fría y discreta de La vegetariana sirve para contrarrestar la violencia febril, para evitar que parezca sensacionalista y excesiva, un recordatorio de los horrores más oscuros de la vida cotidiana. El sentido es más complejo porque dependerá del contexto: ¿qué estilos usan los contemporáneos del autor? ¿Cuál es la corriente dominante? ¿Qué es lo que se elogia: ser etiquetado como ‘moderno’, ‘original’, ‘experimental’, o incluso, solo ‘literario’? Traducir del coreano al inglés implica pasar de una lengua más adaptable a la ambigüedad, la repetición y la prosa simple, a otra que favorece la precisión, la concisión y el lirismo.

Esto es una generalización grosera y un fenómeno observable al mismo tiempo. Porque el estilo individual de cada autor se distingue por el grado en que diverge de este término medio, y porque el sentido del estilo es, por lo tanto, inseparable del lenguaje, y su traducción parece imposible. Lo que podemos hacer, al menos, es reconocer que el ‘polo’ de lo que se registra como, por ejemplo, repetición o prosa poética se establece en diferentes puntos en las lenguas de origen y de destino –y también que si las convenciones de la lengua de origen se transfieren tal como están, es probable que se confundan con la idiosincrasia del autor, o peor aun, con una mala escritura. La calidad es otra cosa a la que los traductores pueden elegir ser fiel; muchos creen que deberíamos, cuando sea posible, resistir la domesticación, y Kitchen Table Translation, editado por Madhu Kaza, es una lectura obligada sobre la política generativa de la ‘traducción errática y desobediente’.

Con La vegetariana tomé conciencia de que si me alejaba demasiado de las convenciones literarias de la lengua inglesa disminuiría y me desviaría de la fuerza de la escritura como un todo, que tiene un considerable poder disruptivo en sí misma.

La razón de ser de cada traducción es el lector que no podría acceder al original de otro modo. Y Daniel Hahn, nominado para el MBI 2016 y jurado en 2017, así lo explica, los jurados ‘no comparan el original y la traducción y evalúan el proceso (las decisiones, las ingenuidades, los deslices…) de pasar de una lengua a otra’, sino que tratan de evaluar el trabajo terminado en inglés en sus propios términos’. Esta es un modo de evaluar la calidad de la traducción; no es el único. La traducción literaria puede tanto resistir como perpetuar el imperialismo cultural; como traductores es necesario ser conscientes de nuestros propios perjuicios, y de la pluralidad de enfoques propugnados por aquellos cuyos perjuicios y objetivos son distintos a los nuestros.

Ganar un premio no hace de mi enfoque sobre la traducción el mejor o el único, y también hay una política, en el sentido de que habrá sido moldeada en gran parte por vivir y trabajar en el Reino Unido, donde el ansiado éxito (para algunos) es terminante.

En parte porque la evaluación de traducciones literarias en Corea del Sur implica, por lo general, una comparación; algunos no comprendieron por qué esos ‘errores’ que Hahn menciona no invalidaron mi traducción para el elogio y los premios. Todos los traductores se preocupan en profundidad por la precisión; todos los traductores cometen errores, porque somos humanos. Como principiante, ser bombardeada con artículos y correos con listas de errores me dejó preocupada. ¿Era real que había traicionado la obra de Han Kang por negligencia o arrogancia? No conscientemente, porque la amo hasta la reverencia y creo que su obra es objetivamente genial, ¿o fuepor atreverme a traducirla de un idioma que aun no dominaba? Han pasado cuatro años desde que traduje La vegetariana, siete desde que comencé a estudiar coreano, y comprendo ahora lo que entonces no sabía: que aprender un idioma no es el camino hacia el ‘dominio’, y que nada te enseña a traducir como el hacerlo. Estoy feliz de haber presentado la obra de una escritora brillante a una audiencia internacional, de una manera lo suficientemente fiel para una recepción cualitativa, si no cuantitativa a su vez. Algunas personas me dicen que debo estar orgullosa, pero para ser honesta estoy feliz de sentirme conflictuada: esta actitud es más útil para aquellos en posición de privilegio, alentándonos a actuar con responsabilidad y generosidad hacia los textos, autores, y otros traductores.

Sin embargo, si al menos me hubiera me hubiera acercado a esa perfección imposible, ¿habría obligado a los críticos a involucrase más con el libro en sí? ¿Lo harían ahora que Han y yo hemos tenido tiempo de corregir el texto para futuras publicaciones? Tal vez sí, tal vez no, dado que mucho de lo que fue catalogado como ‘error’ no era otra cosa que una diferencia. Han misma se ha tomado el tiempo para explicar que los traductores consultan tanto a sus editores como al mismo autor, y que ella leyó mi traducción y la amó sobre todo por capturar el tono de su propia escritura, pero eso no impidió que algunas personas hablen sobre ella.

Las traducciones deben ser criticadas, absolutamente; con interés, el compromiso crítico forma parte de una cultura de la traducción floreciente. Pero sin tener en cuenta cómo las normas de traducción varían entre países y contextos, y cómo esto puede afectar el enfoque individual, es difícil avanzar sobre la diferencia en lugar de solo remarcarla.  A esta altura, lo que un determinado crítico declara como admisible no nos dice mucho más allá de las preferencias personales. Además, es difícil, y con certeza, engañoso, evaluar el efecto retraduciendo al idioma original, o comparando con una traducción literal imaginaria; al fin y al cabo, ambos métodos alternativos implican tanta subjetividad como una traducción considerada liebre o creativa.

Espero que todos sigamos hablando de la traducción, porque siempre hay algo más para decir, especialmente lo placentero que es, y porque necesitamos enfocarnos si queremos hacer que esté a la altura de su potencial, para romper las hegemonías, trabajar sobre la diferencia sin borrarla, y desafiar el mito del genio solitario –para dar lugar a nuevos encuentros a voces y perspectivas que de otro modo podrían ser silenciados o vituperadas, y obras de arte, sin las que nuestras vidas se verían disminuidas.

Como traductores, debemos aprovechar estos logros, que tienen un impacto directo en nuestra habilidad para exigir un salario digno, en lugar de ser intimidados. Es esta combinación de salarios bajos justificados por el abandono de la creatividad y la insistencia en la ‘humildad’ que significa que, con frecuencia, se hable de la traducción como una profesión feminizada. La humildad no es igual a auto-modestia; no es arrogancia estar orgullosos de nuestro trabajo.

No existe mejor manera de traducir, pero hay algunas propuestas con respecto a la traducción que, si son aceptadas en términos generales, pueden lograr charlas más constructivas: el cambio no es traición; los editores existen, por lo general con opiniones arraigadas; elogiar una traducción no es devaluar el original. En conclusión, ninguna traducción es definitiva. Es solo un modo de ‘Fracasar otra vez. Fracasar mejor.’ Creo que fracasé bien.




lunes, 26 de febrero de 2018

Elisa Díaz Castelo, traductora de Ocean Vuong

Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986) es una joven poeta y traductora mexicana, que ganó el Premio Nacional de poesía Alonso Vidal 2017 con su primer poemario, Principia.  Asimismo, con el apoyo de las becas Fulbright-COMEXUS y Goldwater, cursó una maestría en escritura creativa en la Universidad de Nueva York. Sus poemas en inglés han aparecido en Border Crossing, Tupelo Quarterly y Poetry International, entre otros medios. Por otra parte, ganó primer lugar en el premio Poetry International del 2016, el segundo lugar del premio Literal Latté 2015 y quedó entre los semifinalistas del premio Tupelo Quarterly 2016.  Poemas suyos en castellano han aparecido en Tierra Adentro, Este País, y Periódico de Poesía, han sido incluidos en la  antología de poetas jóvenes españoles y mexicanos Fuego de dos fraguas, en la antología Voces Nuevas 2017 de la Editorial Torremozas y próximamente en la antología ABC de la poesía mexicana de la editorial Elperroalado. Fue becaria del FONCA en el periodo 2015-2016 y actualmente tiene la beca de la Fundación Para las Letras Mexicanas. En esta última institución, en el marco de una serie de charlas sobre traducción literaria, impartidas durante la segunda semana de febrero, el Administrador de este blog tuvo la oportunidad de conocerla. Así descubrió que ella es la traductora de Ocean Vuong (Ho Chi Ming City, 1988), poeta estadounidense de origen vietnamita, flamante ganador del Premio T.S. Eliot, acaso el más prestigioso que se otorga en la actualidad a la poesía escrita en inglés. Lo que sigue es precisamente una charla sobre el tema.

–¿Cuándo y cómo conociste a Ocean Vuong?
–Conocí a Ocean en 2014, en la fiesta de bienvenida a los nuevos alumnos de la Maestría en Escritura Creativa de NYU. Ambos estábamos en el área de poesía y, a pesar de que no coincidí en clases con él, una amiga en común me mostró uno de sus poemas y desde entonces me interesó mucho su escritura.

–¿Qué te atrajo de su poesía?
–Todavía recuerdo dónde estaba la primera vez que leí ese poema suyo: me acababa de mudar a un nuevo departamento en Astoria, Queens, donde estaba descalibrado el radiador y, a pesar de hacer un frío tremendo en el invierno del vértice polar de Nueva York, adentro de mi casa el calor era casi tropical. El poema que leí fue Algún día amaré a OceanVuong. Me atrajo su voz a la vez arrojada y sutil, el virtuosismo con el que combina imágenes poderosas con detalles cotidianos para crear una mitología propia e inconfundible.

–¿Conoce él tus versiones al castellano?
–En el proceso de traducir sus poemas, sostuvimos una correspondencia asidua en la que discutimos cada poema con minuciosidad. Gracias a ese privilegiado contacto directo que tuve con él, virtud poco común en la traducción, me fue posible plantearle mis dudas y llegar a acuerdos sobre el sentido y el tono de las versiones en español. Un compañero bilingüede la maestría ha leído mis traducciones. Ocean no habla español, por lo que sólo conoce mi trabajo de forma indirecta, a través de nuestro diálogo.

–¿Cómo fue que terminaste llevándole el libro a Vaso Roto?
–Antes de que saliera Night Sky With Exit Wounds, traduje tres poemas de Oceanque se publicaron en México en la revista Cuadrivio. Poco después de que Copper Canyon Press publicó el libro, le dije a Ocean que yo deseaba traducirlo, y él se mostró muy entusiasmado con el prospecto, así que me puse manos a la obra a buscar editoriales que pudieran estar interesadas. Yo acababa de volver de Nueva York y no conocía a casi nadie en México. Vaso Roto, que es una editorial comprometida con la publicación de poesía, en libros muy bellos y con traducciones cuidadas, era una de las opciones ideales, y me puse en contacto con ellos porque me pareció un hogar espléndido para el libro de Ocean. Jeannette Lozano Clariond, que encabeza Vaso Roto, respondió interesada y poco después acordamos realizar la traducción. Ella tiene un interés particular por difundir el trabajo de traductoras mexicanas, por lo cual estoy agradecida.

–¿Conocían previamente ellos a Ocean Vuong?
–No estoy al tanto de ello.

–Compraron sus derechos a partir de que vos les acercaste tus traducciones?
–Así es, puse en contacto a los editores de Vaso Roto con los representantes de Ocean.

–Sos la editora del libro además de su traductora, o interviene alguien más?
–Colaboradores de la editorial en España realizarán propuestas para que el lenguaje resulte familiar a todos los hispanohablantes; será importante encontrar un equilibrio en el que se conserve el tono coloquial de muchos giros de Ocean sin perder la inteligibilidad para los lectores de distintas latitudes. A partir de esas sugerencias afinaremos la versión final.

–¿Cuándo va a aparecer el libro?
–Al parecer será muy pronto, en mayo. Me alegra mucho que los lectores del español pronto podránconocer este libro tan singular y poderoso.

viernes, 23 de febrero de 2018

La española Carlota Pérez-Reverte Mañas plagió traducción de Alfredo Michel Modenessi

Como lo ha demostrado el caso de la reciente retraducción de Georges Perec realizado por la española Mercedes Cebrián para la editorial Impedimenta, sospechada de haberse inspirado en la realizada por la traductora también española Yolanda Morató, resulta muy difícil –y oneroso– demostrar palmariamente un plagio.

Sin embargo, el mexicano Alfredo Michel Modenessi (foto), prestigioso catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, parece haberlo logrado. Reputado especialista en Shakespeare, acaba de denunciar el uso indebido de su traducción de The Comedy of Errors, de William Shakespeare, intitulada La comedia de los enredos (2012), por parte de Carlota Pérez-Reverte Mañas –hija del escritor del mismo apellido, historiadora y arqueóloga subacuática y máster en Gestión de Empresas Culturales– para hacer una “versión” y adaptación con idéntico título, escenificada en múltiples ocasiones en España entre 2016 y 2017, bajo la dirección de Alberto Castrillo Ferrer. 

Según él mismo informa al blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, la traducción de Modenessi fue utilizada sin previo aviso ni solicitud y, lógicamente, sin su autorización ni la de Espasa, casa editorial en la que fue publicada en 2012.

Todo puede leerse con sumo detalle en la página Los enredos de un plagio (https://enredos-plagiados.webnode.mx/), donde no queda lugar a dudas del proceder de Carlota Pérez-Reverte Mañas.

Según pudo saberse, no sería ésta la primera vez que alguien con el apellido Pérez-Reverte se dedica a plagiar a alguien (ver, en este mismo blog, la entrada correspondiente al 18 de julio de 2013). O sea que de tal palo, tal astilla, mañas agregadas.

Por último, ¿quién carajo se creen estos cosos para actuar con tal descaro y aparente impunidad? ¿O suponen que nadie se va a dar cuenta? Tal vez deberían seguir pergeñando esas novelas horribles que les publica Alfaguara o simplemente continuar recorriendo el fondo de océanos silenciosos, dejando de sumar indecencia a la falta de talento. Dicho esto con todo respeto, claro.

jueves, 22 de febrero de 2018

La poesía de Pavese traducida por Aulicino



El viernes 23 de febrero, a las 19 hs., las editoriales asociadas para la publicación de Trabajar cansa y Vendra la muerte y tendrá tus ojos, de Cesare Pavese, realizarán una presentación y preventa del volumen, traducido por Jorge Aulicino, en El Salvador 4410, Palermo (CABA). 

Asimismo se anuncia que quienes asistan y compren su ejemplar, podrán llevarse otro sin cargo de la Obra poética, de Raúl Gustavo Aguirre, publicada oportunamente por Ediciones del Dock.

miércoles, 21 de febrero de 2018

La correspondencia entera de Flaubert, on line

Yvan Leclerc y Danielle Girard son dos de los más importantes especialistas en Gustave Flaubert de Francia, lo que en un país de especialistas es mucho decir. Ambos, al cabo de una  tarea gigantesca, pusieron en línea la correspondencia completa del autor de Madame Bovary, lo que incluye los cinco volúmenes ya publicados por la colección La Pléiade, más unas 200 cartas más nunca antes recogidas en libro.

 

La correspondencia completa puede ser consultada en el sitio de la Universidad de Rouen y, vínculos mediante, puede buscarse lo que uno desee por destinatario, fecha y, afinando la búsqueda, tema. Todo esto se hace en forma absolutamente gratuita yendo al sitio

http://flaubert.univ-rouen.fr/correspondance/edition/

 

La noticia llegó al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires a través del traductor Matías Battiston, quien en su mail aclaraba: “En ‘Recherche’ podés incluso buscar en dos patadas cualquier palabra, nombre o frase en toda la correspondencia, está muy, muy bueno. No tiene el aparato crítico y las notas de La Pléiade, eso sí. Tampoco el señalador de tela, son puntos a mejorar”.

Nos preocupa, claro, la omisión del señalador de tela.

martes, 20 de febrero de 2018

"Cambiemos-Pro no se lleva bien con la cultura"

“Los Premios Nacionales no fueron convocados desde la asunción de Macri, aunque el ministro de Cultura Pablo Avelluto ‘calcula’ que se anunciarán en la próxima Feria del Libro. Los Municipales llevan dos bienios sin fallos, pese a que se presentan las obras.” Así es la bajada del artículo que el 11 de enero pasado publicó Silvina Friera en el diario Página 12.

Cuando el estímulo a la creación 
deja de ser prioridad

En el engranaje kafkiano de Cambiemos siempre falta algo. Puede ser un papelito, una firma, o una revisión que se extiende por dos años y genera el temor de que los “desdibujados” Premios Nacionales –calificación de Enrique Avogadro cuando todavía no era ministro de Cultura de la Ciudad– estén más cerca de la suspensión definitiva que de su regreso. Los estímulos a la creación, los subsidios a los artistas –escritores, músicos, teatristas, artistas plásticos– están en la antípodas del “emprendedurismo” que propicia el gobierno. Hace dos años que no se convocan los Premios Nacionales; la última vez que se entregaron fue en diciembre de 2015, cuando la ministra de Cultura era Teresa Parodi. Entonces los primeros premios –Jorge Aulicino en poesía y Pilar Calveiro en ensayo político, entre otros– recibieron 50.000 pesos en efectivo y una pensión vitalicia al momento de jubilarse. El segundo premio obtuvo 30.000 pesos y el tercero, 17.000 pesos. Aunque se convocan y se presentan las obras, hace dos bienios que no se fallan los Premios Municipales. El ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, “calcula” que se anunciará la convocatoria de los PN para la Feria del Libro, “con una modalidad nueva, con una simplificación de las categorías que las estamos terminando de definir”.

Una forma absurda de ahorrar
El anuncio, sin demasiadas precisiones, no tranquiliza a los escritores y artistas afectados por estas dilaciones. ¿Por qué no se convocaron los Premios Nacionales durante dos años? ¿Por qué si se convocan los Premios Municipales no se fallan? “En el mejor de los casos, los premios se postergan porque se considera que no son una prioridad, como si se tratara de un lujo, cuando en realidad la erogación es insignificante dentro de los presupuestos nacionales y municipales –responde Tamara Kamenszain, Premio Municipal en 1999 en la categoría ensayo con La edad de la poesía–. En el peor de los casos, directamente se los ignora y se considera que no son un asunto de Estado y no se entiende para qué existen”. 

Ana María Shua dice que es una forma “un poco absurda” de ahorrarle dinero al Estado. “No hay que pagar a los jurados, no hay que pagar los premios, no hay que pagar los subsidios. Digo absurda porque los premiados son poquísimos, un minúsculo grupo de personas. Lo paradójico es que los Premios Nacionales en Plástica se han seguido entregando, a través del Palais de Glace. De todos modos, acaba de informar el ministro de Cultura que se anunciarían los nuevos Premios Nacionales en la Feria del Libro, con algunos cambios. Veremos cuáles son esos cambios. Los escritores tememos una reducción de los subsidios, que consisten en cinco jubilaciones mínimas a partir de los 60 años. Y qué, recordémoslo una vez más, se entregan a poquísimas personas: es un premio y no una jubilación de privilegio”, aclara Shua, ganadora de los dos premios.

Selva Almada precisa que el premio Municipal se viene convocando cada dos años puntualmente, pero hace dos bienios que no se falla. “Según nos explicó Daniel Couto, el funcionario a cargo, el presupuesto está desactualizado tanto para el premio en sí como para los jurados. De todos modos, el material fue recibido y allí está, en la dulce espera”, advierte Almada, integrante de la Unión de Escritoras y Escritores. “La jubilación que se otorga cuando los premiados alcanzan la edad jubilatoria es una ayuda económica muy importante para un oficio la mayoría de las veces mal pago –cuando se paga; hay una idea de que el trabajo del escritor no es un trabajo si no un lujo que nos damos unos pocos–, que se ejerce de manera informal, sacándole tiempo a trabajos formales. Pienso en (Alberto) Laiseca, a un año de su muerte: uno de los escritores más importantes de nuestro país tuvo que hacer malabares para poder pagar sus cuentas los últimos años de su vida. Muchos escritores y escritoras llegan a esa situación en la vejez y la posibilidad del Premio Nacional se presenta como una gran ayuda”, reconoce la autora de El viento que arrasa.

Mala costumbre
Desde Artistas Premiados Argentinos (APA), institución que nuclea a los ganadores de los Premios Municipales, su presidenta Nydia Sroulevich señala que la falta de convocatoria en término para los premios Municipales y Nacionales es una “mala costumbre” que perdura en el tiempo. “El hecho de dilatar las convocatorias, y a veces aunque estén convocados los concursos, no convalidar los resultados obtenidos a través de los jurados, hace que pasen largos períodos sin que se concrete el resultado de los mismos. No se abonan los premios ni, en caso que corresponda, los subsidios y no se pagan los honorarios de los jurados. En el caso de los primeros premios tanto municipales como los nacionales reciben un subsidio mensual vitalicio. Hubo períodos acumulados de hasta ocho bienios sin que se regularizaran. Entiendo que el motivo es la reasignación de las partidas que se destinan a esos rubros”, comenta Sroulevich.

“Si convenimos que la cultura para un país no es lujo sino una producción más que lo posiciona ante el resto de las naciones, incluso económicamente, las consecuencias de postergar los premios son graves”, subraya Kamenszain. “Cuando en la crisis de 2001 los premios Nacionales se suspendieron por unos años, quedaron en la estratósfera cientos de libros perdidos que no tuvieron la oportunidad de concursar. Le propongo a Marta Minujín que haga con esos libros otro Partenón, ya que haberles quitado la posibilidad de concursar puede entenderse como otro modo de censura”, agrega la poeta. Shua recuerda que los premios Municipales están sostenidos por una ley de la legislatura de la ciudad. “Tarde o temprano tendrán que darlos, porque la ley no se puede modificar retroactivamente. En cambio, no hay una ley de Premios Nacionales, con lo que no se trata de un atraso sino de una suspensión por tiempo indefinido –compara la autora de Los amores de Laurita–. La gente que produjo sus obras en esos años puede quedar en situación de no poder presentarlos nunca, como le pasó a muchísimos escritores durante los casi diez años a partir de la crisis del 2001. Quizás en el momento en que produjeron sus mejores obras, no pudieron presentarlas. Para muchos escritores, sobre todo para los que escriben una literatura prestigiosa pero poco comercial, ganar un premio con subsidio es, simplemente, la posibilidad de una supervivencia digna. La mayor parte de la gente no sabe que a los escritores nos toca solamente el 10 por ciento de lo que se paga por un libro”.

Sroulevich sostiene que los concursos son un medio para difundir la obra de los creadores. “El Estado debe mantener una política cultural de apoyo a toda manifestación artística, una decisión pública destinada a que el artista que ha demostrado sus talentos no resigne, por necesidad, su actividad creadora en beneficio de la comunidad a la que pertenece. Un Estado sabio valora el concepto de riesgo artístico, acepta la posibilidad de descubrir y apoyar nuevos talentos, y la necesidad de proporcionar una enseñanza artística de alta calidad. También acepta la posibilidad de premiar a sus artistas y a sus obras, y debe velar por el cumplimiento de la legislación vigente en materia de estímulos y premios a la creación”.

El imprudente
Desde el 24 de marzo de 2017, muchos escritores están molestos con lo que declaró el actual ministro de Cultura de la Ciudad, Enrique Avogadro, entonces secretario de Cultura y Creatividad del ministerio de Cultura de la Nación. “En el escenario actual hay otros premios, como los del Fondo Nacional de las Artes o los de la Fundación Konex, con lo cual los nacionales quedan un poco desdibujados”, dijo al diario La Nación. PáginaI12 intentó comunicarse con Avogadro y desde el área de comunicación del ministerio de Cultura de la ciudad aseguraron que consideran “imprudente” que el ministro hable cuando lleva unas dos semanas hábiles al frente del ministerio. Almada dice que no entiende que le resulte “desdibujado” el premio Nacional frente a otros premios que nombra y que son del ámbito privado, como los Konex. “Creo que sí habría que lograr que el premio nacional se convierta en ley: eso aseguraría su continuidad más allá de los gobiernos y de las políticas culturales de turno”, propone Almada. “Me resulta incomprensible lo que quiso decir Avogadro”, admite Shua. “No, desdibujados, en este caso, significa ‘poco importantes’. El Premio de la Fundación Konex es un premio maravilloso para la Fundación Konex, prestigia y aporta a la Fundación Konex. A los premiados no se les da nada. Prensa y prestigio, pero ni un centavo. Yo recibí con mucha alegría y emoción el Konex de Platino, pero en el mismo acto tuve que pagar a la Fundación Konex por una botella de agua. Los premios del Fondo Nacional de las Artes son extraordinarios, sirven para descubrir nuevos talentos, son premios honestos, valiosos, importantes y hay que defenderlos a toda costa. Pero, salvo en el caso de los poetas, no son para premiar autores de trayectoria, sino para gente joven que quiere empezar a publicar”. Para Kamenszain, “la afirmación del ministro muestra no tanto un desinterés o un intento de dilación sino una verdadera ignorancia”. “¿Qué tendrán que ver los premios Konex, que no suponen ninguna erogación económica sino que son un estímulo simbólico, con los Nacionales? Sin desmerecer a los Konex en lo más mínimo, es como decir que el valor de consignar en un currículum vitae que se presenta al exterior que uno tiene un premio Nacional de un país o consignar que fue merecedor de un Konex es lo mismo, cuando en realidad el Konex es un premio que en el exterior no es significativo y tampoco pretende serlo. Los premios Nacionales de Literatura y Arte se dan en la mayor parte de los países del mundo y no necesitan traducción ni explicación; son un pasaporte contundente y universal”.

Vueltas y cálculos
El ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, intenta justificar la demora de dos años para convocar los Premios Nacionales. “La sensación que teníamos es que debíamos revisar los premios porque había un montón de subcategorías en ensayo, filosófico, político, psicológico... Pero también queríamos discutir el modelo de los premios en relación con la pensión no contributiva que reciben los ganadores. Cuando uno estudia la historia de los Premios Nacionales, tiene que ver más con el apoyo a los creadores en su vejez. ¿Alcanza una obra para otorgar un Premio Nacional que implica una jubilación en el futuro para su autor? Me parece que es un tema que requiere una cierta reflexión. Estuvimos dando vueltas, discutiendo; primero el tema lo tuvo Enrique (Avogadro) y después lo tomé yo. Calculo que para la Feria del Libro los vamos a estar convocando para este año”, anuncia Avelluto.

–¿Por qué no se convocan los premios que están atrasados: 2016 y 2017?
–Cuando no hubo premios, no se convocó para atrás, hubo muchos años en los que no hubo premios y hubo muchos cambios de categorías a lo largo de la historia. No hay una obligación legal de llamar a los Premios Nacionales todos los años. Sí está reglamentado el tema de las pensiones que reciben los ganadores, pero no la obligatoriedad del llamado. No es que nosotros adeudamos premios de dos años. Eso no es así. Vamos a llamar a este año, seguramente con una modalidad nueva, con una simplificación de las categorías, que las estamos terminando de definir, para que sean convocados y otorgados en el transcurso de este año. Y así después todos los años.

–¿Cuál será el monto de los premios?
–Va a ser mayor del que había, pero todavía no lo podemos definir. Vamos a destinar una inversión para la organización, los premios y los jurados, de alrededor de 5.000.000 de pesos para este año, que es mucho más de lo que se había destinado en la última entrega.

Alpargatas y libros
Cambiemos-Pro no se lleva bien con la “cosa pública”, y prefiere que muchas funciones y acciones que son competencia del Estado queden en manos de los privados. ¿Cómo afecta esto a las escritoras y escritores? “Para mí, no tiene nada de malo que se busque la colaboración entre los privados y el Estado. Al contrario, es una muy buena tendencia, que las mejores democracias del bienestar llevan adelante. Habría que seguir estimulando el mecenazgo, por ejemplo”, sugiere Shua. “Yo diría que Cambiemos-Pro no se lleva bien con la cultura. Es curioso, la Cultura –o Kultura, como diría Cortázar–, que antes estaba en manos de las capas más altas de la sociedad, ahora ha quedado del lado del peronismo –plantea la escritora que ganó el Premio Nacional con el libro de cuentos Fenómenos de circo–. En ese sentido, creo que se ha producido una degradación de nuestra clase alta, que ahora parece tener más dinero que nunca pero mucho menos interés en la cultura. ¿Serán todos parvenues? Una parte muy importante de los intelectuales de nuestro país hoy son peronistas. Alpargatas sí y libros también.”


lunes, 19 de febrero de 2018

Nuevos autores entran en el dominio público



“Los libros de Carson McCullers, Dorothy Parker, H.P. Lovecraft, Edith Wharton y Aleister Crowley pueden ser impresos sin pagar derechos. La propiedad intelectual en la Argentina tiene vigencia por 70 años desde el año siguiente a la muerte del autor.” De esto que dice la bajada trata la nota publicada por Silvina Friera, el 10 de enero pasado, en el diario Página 12.

Los límites del copyright

La ceremonia se repite, sólo cambian los protagonistas. Todos los 1º de enero las obras de distintos escritores pasan a dominio público, esa especie de “shock póstumo” por tiempo ilimitado que permite que una constelación textual ecléctica esté disponible sin pagar derechos. La ley de derechos de autor, que establece cuándo expira el copyright de un creador, varía entre los 50 y los 80 años, dependiendo del país y la fecha en la que haya muerto el titular de los derechos. La propiedad intelectual en la Argentina tiene vigencia por 70 años a partir del 1º de enero del año siguiente a la muerte del autor, según dispone el artículo quinto de la ley 11.723. Los editores, lectores y usuarios pueden editar, subir y compartir El corazón es un cazador solitario, Frankie y la boda y La balada del café triste de la escritora estadounidense Carson McCullers (1917-1967), cuya obra está en dominio público desde que comenzó 2018, junto con los libros de Dorothy Parker (1917-1967). H.P. Lovecraft (1890-1937) pasa a dominio público sólo en España –como murió antes de 1987, se rige por la anterior ley que establecía un plazo de 80 años–; también Edith Wharton (1862-1937), la primera autora que ganó un Premio Pulitzer, y el británico Aleister Crowley (1875-1947), escritor, pornógrafo, místico y “mago negro”.

El Convenio de Berna estipula que los derechos caducan 50 años después de la muerte del escritor, como sucede en Uruguay, Canadá, Panamá, Filipinas, El Salvador y República Dominicana y Cuba. En el caso de España, mantuvo la Ley de Propiedad Intelectual de 1879, que fijaba el plazo en 80 años, hasta 1987, cuando la modificó para equiparar a la mayoría de los países. Los escritores que murieron antes del 7 de diciembre de 1987 se rigen por la anterior ley, que protegía los derechos de autor hasta 80 años después de su muerte. Conviene recordar que, aunque la obra de un autor entre en dominio público, las traducciones son consideradas como una obra propia y dependen del traductor. Las viejas traducciones de los años ‘40, ‘50 y en adelante siguen protegidas. Pero nada impide que se puedan multiplicar nuevas traducciones de McCullers, Parker, Wharton, Lovecraft y Crowley. El año pasado habían ingresado al dominio público las obras de la estadounidense Gertrude Stein, del británico H.G. Wells y de los españoles Federico García Lorca, Ramón María del Valle-Inclán y Miguel de Unamuno.

“El mundo visible es un milagro cotidiano para quienes tienen ojos y oídos”. Esta especie de credo fue uno de los legados de Wharton, la autora de La edad de la inocencia (1920), su novela más conocida, con la que ganó el Premio Pulitzer en 1921. El eco de una conmovedora belleza emerge con una potencia volcánica en un mundo demasiado violento. McCullers puso su mirada –y su oído– al servicio de los frágiles, los desesperados, los rechazados, los deformes, los mudos, los “raros”, esas criaturas que casi nunca son observadas ni escuchadas, para aproximar el desamparo vital de sus personajes desde una escritura envolvente, como un hechizo del que no se puede ni se quiere escapar. Parker, que se proclamó socialista hasta que murió, es una de las escritoras más mordaces de short stories de Estados Unidos. En cualquiera de sus relatos de mediados de los años ‘20 despliega la máxima agudeza y síntesis para mostrar a una sociedad ambigua que intenta recomponerse como puede después de la Primera Guerra Mundial. Además de unos relatos formidables, Parker escribió poesía, comedias y el guión de una película.

Lovecraft es uno de los autores más influyentes de la literatura fantástica del siglo XX. En la nouvelle La llamada de Cthulhu comienza la saga de los Mitos de Cthulhu, tal vez su propuesta más original, donde delineó una fantástica cosmogonía paranoide. Casi nadie pudo escapar a la seducción que supo ejercer. Desde Fernando Pessoa, pasando por Rainer Maria Rilke, Xul Solar, los Beatles y hasta Marilyn Manson, todos se encandilaron con Crowley, llamado por su propia familia y la prensa británica “La Bestia del Apocalipsis”. El escritor británico fue conocido por sus escritos sobre magia, especialmente por El libro de la ley, aunque también escribió ficción y poesía. Prohibido, venerado, odiado y reverenciado en todo el mundo, Crowley encabeza las curiosidades que alienta el dominio público.


viernes, 16 de febrero de 2018

Cuando los clásicos huelen a estafa

En la cadena de  Yenny-El Ateneo y en la cadena Cúspide, del Grupo Clarín –que son a las librerías lo que MacDonalds a los restaurantes– pueden verse los libros que ilustran esta entrada.

Se trata de obras escogidas de autores clásicos, todos muertos hace más de setenta años, por lo que para publicarlos no hay que pagar derechos de autor. Son de Edimat Libros, casa española, fundada en 1991, "como continuación del negocio familiar que don Augusto Mateos López inició hace más de cincuenta años en la calle General Álvarez de Castro, 14, sita en Madrid, España", según se lee en la presentación que la editorial hace de sí misma en su sitio web (http://www.edimat.es/sobre_nosotros.php).

Siempre según la publicidad, "en estos casi veinticinco años, Edimat Libros ha publicado más de cuatro millones de ejemplares de un fondo de aproximadamente tres mil títulos, estando presentes tanto en España como en todos los países de Latinoamérica y en Estados Unidos. Para ello cuenta con una activa red de distribuidores nacionales en los diferentes países o bien mediante relación directa desde la central de Madrid, España, con los clientes finales (librerías, grandes cadenas, etc.)".

No es todo. El texto continúa así: "Desde su inicio, la meta que Edimat Libros se propuso fue crear colecciones populares en las que tuviesen cabida los temas más variados: los clásicos universales de la literatura, donde la narrativa, el teatro, la poesía, la filosofía y el ensayo nos acerquen  a sus autores. En ellos podemos encontrar desde los clásicos Homero y Virgilio hasta autores de nuestros días como Federico García Lorca. Los libros ilustrados de las más diversas materias: enciclopedias de automóviles, barcos, motocicletas, pistolas, de animales, todos ellos con magníficas ilustraciones y fotografías a todo color". 

Si el lector no vomitó hasta ahora, puede hacerlo cuando, después de hojear la página de los créditos de las obras traducidas que publica Edimat Libros se tope con la siguiente leyenda sobre la traducción: "Realizada o adquirida por equipo editorial". 


El detalle en cuestión es que en ninguna parte se menciona quiénes forman parte del "equipo editorial", lo que permite sospechar que se trata de una traducción "fusilada"; vale decir,  copiada de una fuente que se nos oculta deliberadamente, o levemente adaptada a partir de otras traducciones  que existen en el mercado, cuidando de cambiar aquí o allá alguna palabra para evitar demandas judiciales. La práctica no es nueva, pero sí deshonesta, y condena a los traductores al más absoluto anonimato... para no decir que es una manera de publicar el trabajo ajeno sin pagarlo.

Lo que sí consta es el nombre de Francisco Caudet Yarza (foto), pintoresco autor de la introducción de las antologías de Flaubert, Jack London, Lewis Carroll, Tolstoi y todos los demás.

Puesto a buscar en Internet, uno descubre que Francisco Caudet Yarza (Barcelona, 1939) "ya en la infancia manifiesta su inclinación hacia la literatura y se apasiona con la lectura de clásicos franceses y rusos (Dumas, Tolstoi, Verne), autores que simultánea con los españoles de la novela de kiosco como Mallorquí, Donald Curtins, Mark Halloran y otros, en especial Guillermo López Hipkiss con el que se identifica de tal modo que, pasado el tiempo y siendo ya un profesional de la novela popular, reconoce que él ha sido el auténtico detonante de su vocación literaria". 

Cuando uno piensa que ya leyó mucho disparate todo junto se sorprende al enterarse de que hay más: Caudet Yarza "debuta en 1965 en el mundo de los 'bolsilibros' con la madrileña Editorial Rollán que le publica su primer original en la legendaria serie FBI, con el título de Enigma. Dos años después, la barcelonesa Bruguera le ofrece un contrato de colaboración en exclusiva para novelas de bolsillo, empresa que comercializa durante años sus originales que  rozan los cuatrocientos títulos y que firma con el más conocido de sus seudónimos: Frank Caudett. Con el devenir del tiempo incursiona en otros ámbitos literarios y publica con diferentes editoras, entre ellas Edimat, Libsa, Planeta, Ediciones Obelisco, etc. Algunas de sus obras más significadas son Al correr del tiempo..., Generaciones castradas, Historia Política de Cataluña 1880-1936, Las profecías de Nostradamus, Franco: resumen biográfico y es autor, junto con su esposa, la documentalista María José Llorens, del primero libro sobre la Ouija que se publica en la España de la transición. Desde varios años colabora con un holding editorial sudamericano". 

Para quien desee enterarse, Caudet Yarza, alias Frank Caudett, es también Frankie Cauyarz, Kyle Brown, Michael Bannister, Montana Blake, Ariel Sinclair y Winston McNeil. En una de ésas, en sus ratos libres también puede que sea Mariano Rajoy.

Ahora bien, todo esto sería simplemente grotesco si no contribuyera a la deshonestidad de los responsables de estos engendros. En todo el mundo existen ejemplos de ediciones populares honestas, prologadas por especialistas y con el debido crédito dado sus traductores. Pero aquí todo suena a estafa: libros prologados por una misma persona que tanto puede ocuparse de Flaubert como de Nostradamus y Franco (para no hablar de los "galanes míticos del cine", de "los mejores refranes", de las "leyendas de Japón", etc., etc., etc.), en ediciones en las que no se consigna traductor ni el nombre del "equipo editorial", expuestas en los supermercados de libros como ristras de chorizos a precios falsamente bajos porque, de hecho, comprar una buena traducción no cuesta mucho más que los A$R 349 (unos € 17) que valen en las cadenas .

En síntesis, una porquería por donde se lo vea. Y ojalá todo esto no perturbe la ilustre memoria de don Augusto Mateo López, que en paz descanse ya sea que esté vivo o muerto.