miércoles, 29 de noviembre de 2017

La malicia como una de las bellas artes

El 18 de noviembre pasado, en su columna del diario Perfil, de Buenos Aires, Damián Tabarovsky  toma como excusa el último libro de Sylvia Molloy y reflexiona sobre “la malicia”, aparentemente una de las destrezas argentinas.

Citas maliciosas

Los mejores momentos de Citas de lectura, de Sylvia Molloy, recientemente editado por Ampersand en la colección Lectores, son los que pone en juego una cierta malicia. Lo hace con elegancia, evidentemente con humor, pero también con una leve maldad cariñosa, que logra pasajes notables. Por ejemplo, en la página 41, en la que describe su primer encuentro con José Bianco –de quien se haría gran amiga– en la redacción de Sur, situación que implicó también su primer encuentro con Victoria Ocampo. Molloy estaba siendo recibida por Bianco, en el momento justo en que irrumpió Ocampo (“como valkiria malhumorada”) en el escritorio del propio Bianco, acusándolo, a los gritos, por la desaparición de un libro de Jean Giono que se había hecho enviar desde París y que hacía tiempo debía haber llegado. Ocampo le dijo a Bianco: “Usted me lo ha robado y se lo voy a contar a su madre”, ante lo cual, irónico, Bianco respondió: “A quién se le ocurre leer a  Giono”. Luego Bianco le señaló que estaba atendiendo a Molloy, y entonces Ocampo agregó: “Me importa un carajo la señorita” y salió dando un portazo. El encuentro con Bianco prosiguió como si nada, y Molloy termina rematando con un pensamiento: “No me atreví a decirle que a mí tampoco se me había ocurrido leer a Giono”.

O en la página 56, un recuerdo con la otra Ocampo, con Silvina, a quien describe con admiración. Molloy le cuenta que acaba de escribir su primera novela, y Ocampo le pregunta por el título: “En breve cárcel, le dije (…) ‘No me gusta’, fue el dictamen. Molesta le contesté que a mí sí me gustaba (…) era una cita de Quevedo”. Entonces Ocampo empieza a retroceder, y le pregunta nuevamente por el título. Molloy se lo repite secamente, y Ocampo exclama: (“como aliviada”) “Ay, yo había entendido En breve cán cer”. Y luego Molloy remata con otra situación en la que tampoco se animó a hablar: “Tampoco me atreví a preguntarle cómo se imaginaba una novela que se titulara En breve cáncer (¿Acaso como un anuncio de un acontecimiento, como se anuncia un espectáculo, por ejemplo: ‘En breve: cáncer’)?”. Hay otros pasajes con igual tono, pero dejo aquí para no glosar todo el libro, que además es breve.

La malicia forma parte de una gran tradición literaria argentina (y seguramente de otras partes), que incluye maravillosos momentos, en un arco que va de los textos de Mansilla al Borges de Bioy Casares. Malicia doble este último: la de Bioy al escribir el diario, la de Borges al actuarla. Borges encarna en sí mismo la malicia literaria toda entera. Todavía no entiendo por qué a nadie se le ocurrió compilar un libro con todas las ironías maliciosas de Borges (aunque lo intuyo: implicaría exponerse a María Kodama y a su ejército de abogados).

Volviendo a Molloy, Citas... incluye también una muy bella lectura de la relación amorosa (o no) entre Madame Arnoux y Frédéric Moreau, en La educación sentimental, de Flaubert. Flaubert hizo de la malicia una parte central de su proyecto literario. Su Dictionnaire des idées reçues es majestuoso en ese sentido. A mí me gustan especialmente sus entradas breves, de no más de una oración cargada de ironía, como “Almirante: siempre valiente”, o “Padres: (…) ocultarlos cuando no son ricos”, o “Fusilar: más noble que guillotinar”, o “Wagner: cuando se escucha hablar de él hay que hacer bromas sobre la música del futuro.”

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