viernes, 1 de abril de 2016

A propósito de la Biblioteca Nacional

Como es público y notorio, durante toda la gestión de Horacio González y su equipo, la Biblioteca Nacional “Mariano Moreno” sufrió una notable transformación. Más allá de las dificultades concretas que significó administrar una institución de tales características, sometida al fuego cruzado de los gremios y sindicatos que en ella operan, González supo dotarla de un perfil propio del que, puede afirmarse, careció en gestiones anteriores. Y si bien fue sede del grupo Carta Abierta, ideológicamente cercano al partido gobernante, es necesario afirmar que también fue un espacio democrático, tolerante del disenso y abierto a la discusión, al que incluso fueron invitados aquéllos que nunca simpatizaron con el peronismo en general ni con el kirchnerismo en particular. Eso, en un país como la Argentina, es claramente un mérito y hay que subrayarlo.

También hay que señalar que, más allá de las actualizaciones bibliográficas y del ingente proceso de digitalización emprendido, los últimos años han visto la publicación de un número importantísimo de libros fundamentales del acervo argentino a través de su editorial, así como de extraordinarias ediciones facsimilares de las revistas más importantes de nuestra historia cultural. En uno y otro caso, se trata de acciones tendientes a preservar la memoria de lo que las empresas editoriales locales no consideran suficientemente rentable. Otro tanto podría decirse de la recuperación de antiguas partituras, que entregadas a músicos afines a los compositores para su recreación, fueron grabadas en discos compactos con un altísimo standard de calidad. Al igual que libros y revistas, se vendieron a precios francamente irrisorios.

Y vuelvo a González: fue un director presente, al que siempre fue posible acercarse sin el menor protocolo para plantearle desde la realización de un ciclo de conferencias, una muestra, una exposición, un proyecto editorial e incluso, aunque parezca increíble por la celeridad de la decisión, el velatorio de algunos de los más importantes escritores e intelectuales argentinos, homenaje que la Biblioteca Nacional asumió como parte de sus obligaciones para con la comunidad.

Por eso, el anuncio de la designación de Alberto Manguel como hipotético nuevo director –algo que, por su carrera hasta la fecha, parece apuntar más a la imagen cosmética que el nuevo gobierno desea para sí antes que a las verdaderas necesidades de la Argentina–, la Biblioteca Nacional ha entrado en un cono de sombra, que, en los últimos días, se ha convertido más bien en abierta oscuridad.

La decisión del Ministerio de Cultura, del que la Biblioteca Nacional depende, de despedir de manera precipitada a un cuarto de sus empleados, la idea de amedrentar a los trabajadores rodeando el recinto de carros policiales y la pésima decisión de discontinuar la excelente editorial de la casa constituyen un principio de vaciamiento y un atentado contra una de las instituciones culturales que mejor funcionaron en la Argentina durante la última década.

Por todo esto, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, más allá de toda posición partidaria, desea hacer pública esta situación en este blog y pedirles a sus muchos lectores que a su vez actúen como caja de resonancia, tanto en sus provincias como en sus países, de estas desacertadas medidas que mucho se parecen a la persecución ideológica.  



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