martes, 9 de diciembre de 2014

Una carta entre dos "grandes" sabios españoles

Américo Castro
“Las alarmas del doctor Américo Castro: Institucionalización filológica y autoridad disciplinaria" es un magnífico artículo de Fernando Degiovanni y Guillermo Toscano y García, publicado en Variaciones Borges n°30, 2010. Nos lo acerca la inefable Magdalena Cámpora, quien, asimismo, nos indica el siguiente párrafo de carta entre el filólogo, cervantista e historiador cultural español  Américo Castro (1885-1972) y el filólogo, lingüista y crítico literario español (nacionalizado argentino) Amado Alonso (1896-1952), donde el primero --quien ya había publicado La peculiaridad lingüística rioplatense (1941), que motivó la célebre reseña de Borges titulada "Las alarmas del doctor Américo Castro"-- ilustra cumplidamente al segundo sobre lo que opina del castellano de la Argentina y sus particularidades. A esto sigue el comentario de los autores del artículo.

Carta a Amado Alonso

Mi tesis es: la Argentina tiene problemas linguisticos [sic] que no se presentan en ningun [sic] otro pais [sic] de America [sic]: gauchismo, indisciplina linguistica [sic] cronica [sic], el caos actual etc. ¿Porque? [sic] Porque el pais [sic] fue distinto desde que nació. Careció de fuerzas guiadoras desde el comienzo […] Desprestigio de toda autoridad […] ¿Quien [sic] podía ponerle puertas al campo? […] El explicar lo de ahi [sic] por la abundancia de inmigrantes no se tiene en pie, desde el momento que en el Brasil hay tantos bachichas o mas [sic] que ahi [sic] (en Sao [sic] Paulo p. e.), y sin embargo, el portugues [sic] no ha sido desbordado por los “bandeirantes” etc., por las mismas razones que no se rompió la unidad política: la monarquía los preservó […] la vitalidad rioplatense –que es evidente– sirvió para arrollar cauces: el gauchaje se lanza sobre la ciudad […] como hoy se desbordan las actitudes de cada uno en lunfardo, lengua nacional, etc. […] De Chile a Mejico [sic], toda la vida estuvo moldeada por accion [sic] nobiliaria: el Rio [sic] de la Plata era un fleco del manto regio, entregado a codicias comerciales y a reacciones informes. Faltaron siempre las envolturas de la autentica [sic] vida hispanica [sic].

En su libro Castro desarrollará precisamente estas ideas, agregando que la lengua presenta en Buenos Aires “rasgos de desorden y hasta de desquiciamiento” ya que en esa zona del “ex-imperio” aún no se había interrumpido “el proceso de descomposición y autofagia”. Las nociones de “desbarajuste” y “anarquía” lingüística son constantes en su ensayo. Se trata, en opinión de Castro, de un proceso histórico de larga data, en el cual la inmigración no representa más que el último eslabón. A diferencia de Alonso, que veía en el proceso de llegada masiva de los extranjeros la causa inmediata de la situación lingüística de Buenos Aires, para Castro ésta era producto de la “indisciplina” política, social y cultural que había atravesado la historia del país por siglos.

Su explicación del voseo, uno de los temas recurrentes del libro, es ilustrativa en este sentido. Según Castro, “en América Central el voseo es resto inconsciente del pasado; en Buenos Aires, se afirma dinámica y agresivamente, como una activa resistencia”. El uso de este “arcaico vulgarismo” entre “los más distinguidos” es un “asunto con el que nada tiene que hacer la inmigración […] El sentido de semejante fenómeno hay que buscarlo en hondas y temperamentales reacciones históricas, singulares antes a orillas del Plata como lo son hoy día”. Así, “la Argentina sigue emperrada en su vos plebeyo” ya que lo propio de Buenos Aires “es su rebelión contra la acción educativa, es su engallamiento agresivo contra la intensa acción de la cultura, prodigada por los mejores desde hace más de medio siglo”.

Desde el punto de vista programático, el libro insiste en que las élites del saber (escritores, alta prensa periódica) y el Estado deben imponer control y sanciones a esa “invasión de noñez bárbara” (20) que tiene entre sus defensores a ciertos autores de textos de consumo masivo (periodistas de diarios populares, saineteros y autores de letras de tango). Al abogar por lo que llama una “policía del idioma” fundada en “tipos literarios, en la doctrina de ciertos técnicos o en el ejemplo de las clases más distinguidas”, Castro pretende que “las ocurrencias disparatadas o vulgares, fruto de estímulos caóticos e indomables, no [vayan] más allá de la puerta de los labios”. La idea de que “una colectividad social carezca de frenos e inhibiciones”, de que se encontrara “frente a un constante prurito de rebeldía respecto de cualquier norma o magisterio, con desdén para su valía y su santa eficacia”, supone para Castro la necesidad de reforzar nociones de jerarquía y autoridad para encauzar ese “verdadero caos” que es la lengua española en Buenos Aires.


"

No hay comentarios:

Publicar un comentario