martes, 26 de agosto de 2014

Un breve ensayo de Elihau Toker

En una época en que los acontecimientos que se desarrollan en Medio Oriente llevan a que mucha gente confunda a los judíos y a su cultura con las perversas políticas del sionismo y del partido que gobierna Israel, favoreciendo en diversas partes del mundo una sintomática ola de nuevo antisemitismo, tal vez resulte interesante releer el siguiente artículo del escritor argentino Elihau Toker, como pequeño aporte contra la ignorancia, la mala leche y la estupidez.

El Yiddish es también Latinoamérica

Los idiomas son organismos vivos, complejos, dinámicos, impredecibles, y resulta interesante observar qué sucede cuando dos lenguas, dos culturas, se ponen en contacto. Es con esta mirada que intentamos una aproximación a los puntos de encuentro entre el Yiddish y América Latina, tema que suena tan fascinante como complejo. América Latina sigue siendo un continente amplio, diverso, desconocido, y por añadidura los libros y las publicaciones literarias o periodísticas producidas en Yiddish en Latinoamérica constituyen un territorio intrincado, donde lo que no está perdido permanece disperso u oculto.

Si una primera aproximación a la presencia del Yiddish en América Latina consiste en observar la inserción lingüística del Yiddish en esta parte del globo, posiblemente podamos decir que ocupa muy poco lugar en la lengua coloquial y literaria castellana y portuguesa. No se trata de un caso como el del inglés americano, particularmente el neoyorquino, que adoptó gran cantidad de expresiones del Yiddish[1], quizás debido al parentesco existente entre esta lengua y la inglesa, pero seguramente más debido al lugar que los inmigrantes judíos de Europa Oriental ocuparon, numérica y culturalmente, en los grandes centros urbanos, generadores de pautas culturales. Como señalamos más arriba, en el caso del castellano, tanto en América Latina como en España, a juzgar por los diccionarios, el Yiddish es una lengua inexistente, o casi. En el marco de la literatura latinoamericana, hasta donde pudimos comprobarlo, prácticamente no se incluyen términos tomados del Yiddish como parte del habla corriente. Cuando aparecen es casi siempre en itálica o entrecomillados y con referencia al mundo judío.

Es lo que sucede, en el caso argentino, en algún aguafuerte de Roberto Arlt[2], torrencialmente en las obras de César Tiempo o de Mario Szichman, y por sólo mencionar algunos ejemplos, en Caballos por el fondo de los ojos de Gerardo Goloboff o en Feiguele y otras mujeres de Cecilia Absatz, en Músicos y Relojeros de Alicia Steimberg o en Grietas como templos de Arnoldo Liberman, en el Krinsky de Jorge Goldenberg o en Blues de la calle Leiva de Manuela Fingueret. Con las mismas limitaciones, también se pueden encontrar Yiddishismos, por ejemplo, en varias obras del brasileño Moacyr Scliar, en Las Genealogías de la mexicana Margo Glantz, en El rumor del astracán del colombiano Azriel Bibliowicz, o en La vida a plazos de Don Jacobo Lerner del peruano Isaac Goldemberg.

Resulta interesante observar que la transcripción de los términos Yiddish, en la mayoría de los casos no corresponde a una trasliteración "correcta" --desde lo léxico o gramatical-- sino a un lenguaje familiar recordado, a un sabor oído. Como parte de la leyenda creada alrededor de la experiencia colonizadora judía en la argentina, abundan los relatos acerca de gauchos que, merced a su intenso contacto con los colonos, aprendieron a hablar, o al menos a comprender, el Yiddish. En ese sentido existen, desde sabrosas anécdotas contadas por don Máximo Yagupsky, con gauchos discutiendo entre ellos si un vacuno era kusher o treif, --es decir, apto o no para el consumo, según las normas dietéticas de la religión judía-- hasta ese personaje femenino de El judío Aarón de Samuel Eichelbaum. En el caso del español urbano argentino resulta llamativa la falta, en su lunfardo, de palabras venidas del Yiddish, pese a la presencia prostibularia Yiddishparlante porteña a principios de siglo. En el Diccionario Lunfardo de José Gobello[3] sólo encontramos moishe, como sinónimo de "judío", y papirusa o papusa, por mujer hermosa, como deformación de papjerosy, "cigarrillo" en polaco y en Yiddish.

Conversando con el mismo Gobello, éste atribuía esa ausencia de expresiones lunfardas provenientes del Yiddish a que el puñado de rufianes judíos se habría mantenido apartado y a que, según él, eran pocos los inmigrantes judíos que concurrían a los prostíbulos. Habría que investigar qué sucede con el Yiddish en el argot de otros países de América Latina, como así también qué inserción tuvo y tiene en el lenguaje coloquial y literario de esos países. 

Desde ya que hay aspectos que trascienden lo puramente lingüístico. La inmensa mayoría de los primeros inmigrantes judíos llegados de Europa Oriental al Río de la Plata eran de habla Yiddish, muchos de ellos anarquistas, comunistas o socialistas de diversos matices, por lo que no es de extrañar que La Protesta, el periódico anarquista de la Argentina, publicara en 1908 una página en Yiddish, ni que en este país también llevaran entonces sus libros de actas en esa lengua algunos sindicatos. Pero habrá que estudiar todavía, qué de ese espíritu anárquico, familiar y libertario del Yiddish quedó en la cultura argentina, y qué le quedó de la importantísima experiencia teatral y periodística Yiddish de los años '20, '30, '40. Y cómo fue en el resto de América Latina.

En esta búsqueda de puntos de encuentro entre América Latina y la lengua Yiddish corresponde mencionar, aunque sea tangencialmente, el tema de las traducciones, lugar donde el encuentro entre las lenguas y las culturas se materializa. El argentino Salomón Resnick, redactor de la revista Judaica, fue el primero en proponerse la traducción sistemática de textos de la literatura Yiddish al español, y otros continuaron tras él esta tarea. Pero casi todo lo que vertieron al español o al portugués fueron textos clásicos y en una muy pequeña escala autores Yiddish latinoamericanos, y eso sólo en los últimos años.

América Latina en Yiddish
Invirtiendo el espejo, hubo –y hay– quienes tienden un puente idiomático en la otra dirección, del castellano y portugués al Yiddish. El periodista y crítico literario Pinie Katz cuenta cómo dio comienzo su tarea de traductor: "A poco de mi llegada a Buenos Aires encontré en un quiosco de libros usados un tomito de Leyendas aztecas del mexicano Heriberto Frías. Me puse a leerlas y de inmediato me atrapó su desborde de colores como sólo se ve en sueños. (...) Nunca había encontrado hasta entonces tal riqueza de idioma y colorido, salvo en los profetas, en la más poderosa de las lenguas, la bíblica, y no pude vencer la tentación de sentarme de inmediato a volcar esa magnificencia al Yiddish."

Así comenzó Pinie Katz su intensa tarea de traductor llevando al Yiddish, además del Quijote y de otras obras de autores españoles, el Facundo de Sarmiento, Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes, Nacha Regules de Manuel Galvez, Cuentos de la Selva y Anaconda de Horacio Quiroga, Los Gauchos Judíos de Gerchunoff, Los caranchos de la Florida de Benito Lynch, Pago chico y La vuelta de Laucha de Payró, Huasipungo de Jorge Icaza y una increíble cantidad de obras más. El Martín Fierro de José Hernandez, pese a lo difícil que resulta volcar a otra su lengua gauchesca, tuvo dos traducciones al Yiddish, una de Samuel Glasserman y otra del poeta Kehos Kliguer. Y vaya esto como expresión del interés de los inmigrantes judíos por conocer las creaciones literarias de su nueva tierra.

Ensayando otra aproximación a la inserción de América Latina en la cultura Yiddish se puede observar la manera creativa que encontró el Yiddish, en estas latitudes, de incluir en su estructura al castellano. El inmigrante judío recién llegado a las ciudades de América Latina comenzó, en muchos casos, a ganarse la vida como vendedor ambulante, tal como aparece de un modo magistral en “El día de las grandes ganancias”, ese cuento autobiográfico de Gerchunoff, o desde el título mismo en La vida a plazos de Don Jacobo Lerner, del peruano Isaac Goldemberg, y en Cláper de la venezolana Alicia Freilich. Alguno comenzó como vendedor ambulante de chucherías (cachebáchnik, le decían en Yiddish en Uruguay), otro vendía de puerta en puerta cortes de tela (córtenik) y estaba el que cargando sobre las espaldas una gran canasta o una valija, visitaba a las marías –que así llamaban en su media lengua a todas sus clientas de los conventillos y los barrios miserables– y les vendía a crédito colchas, frazadas, ropas y hasta muebles, registrándolo en su Yiddishñol en unas tarjetas de contabilidad elemental. En el Río de la Plata se lo llamaba cuéntenik o cóntenik, en Brasil, clientélchik, en Venezuela, cláper. Está demás señalar que el neologismo Yiddish cachebáchnik deriva de cachivache, córtenik de corte, cuéntenik de cuenta y clientélchik de cliente. Esto en cuanto a las ciudades.

En las colonias agrícolas del interior argentino, la lengua importada por los gauchos judíos se fue enriqueciendo de modo natural incluyendo en su Yiddish coloquial o en el literario, palabras castellanas referidas al campo, como peón, mate, lazo; pero además conjugando cómodamente, siguiendo las estructuras del Yiddish, los verbos de su hacer campesino: enyugar, enlazar, cosechar, se volvió así en su habla enyuguirn, enlasirn, cosechirn[4] . También en la ciudad, al pasar del castellano al Yiddish, verbos como atender o cobrar, aparecían en medio de una frase en Yiddish, como atendirn, cuvrirn; del mismo modo "se equivocó" era er hot zij equivoquirt.

Esta suerte de castYiddish o Yiddishñol, del que se encuentran innumerables ejemplos a lo largo de toda la literatura Yiddish latinoamericana, incluye una enorme cantidad de sustantivos que cambian por la vocal e las terminaciones en a u o, creando plase, bombiye, balnearie, camisete, coseche, conventiye, asade, quinsene, farmasie, mercade, y así hasta el infinito. Sonará cómico, pero esta Yiddishización del castellano aparecía de manera seria no sólo en el Yiddish coloquial, sino también en el literario de una cantidad de autores Yiddish. Por otra parte hubo un cantor, un personaje de enorme popularidad que durante los años 30 ironizó en el Río de la Plata ese habla gringa. Dedicamos en estas páginas un capítulo especial a las ocurrentes y tiernamente irónicas canciones de Jevel Katz, a sus tangos, rancheras y rumbas en ese peculiar Yiddish-porteño, para extraer de ellas expresivos cuadros del mundo de los inmigrantes judíos latinoamericanos y afinar el oído a esos creativos enlaces idiomáticos que fueron evaporándose junto con la generación primera.

Desde ya que este encuentro entre el Yiddish y Latinoamérica no sólo se expresa lingüísticamente. Corresponde detenerse en algunos rasgos de la literatura Yiddish del continente, pero la mayor parte de las citas y ejemplos van a referirse a la Argentina, en primer lugar porque es, de lejos, el país con mayor producción literaria en Yiddish, y además porque a lo producido en esta lengua en el resto de América Latina apenas se accede mediante algunas antologías y algunas obras sueltas de determinados autores.

El mencionado periodista y ensayista Pinie Katz incluyó entre sus trabajos un tomo, aparecido en 1947, sobre la literatura Yiddish argentina, donde sostiene: "En la Argentina posiblemente sean los judíos el único grupo nacional inmigrante que creó una literatura propia en su idioma. (...) También se escribió y se escribe aquí en otras lenguas extranjeras: italiano, alemán, inglés, francés y ruso, pero sin pretensiones de conformar una literatura aparte, tal como sucede en el caso del Yiddish."[5]

Ya con anterioridad el poeta Meilej Rávich, tras visitar en 1938 la Argentina, se refirió a lo creado literariamente en Yiddish en este país, acuñando la expresión: "Se trata de la rama Yiddish de la literatura argentina y de la rama argentina de la literatura Yiddish".

¿Qué tiene esta literatura de peculiar? En la primera época expresa la todavía lejana mirada del inmigrante judío sobre su nueva tierra. En su introducción a la primera antología literaria argentina en Yiddish, Oif di bregn fun Plata[6] , el periodista José Mendelsohn, escribiendo en Buenos Aires, se refiere a la Argentina como terra ignota: "Argentina está lejos, lejos del gran mundo judío, lejos de los grandes centros judíos de Europa y de América del Norte, lejanía que se percibe en el concepto que tienen acerca de nosotros, y lejanía que percibimos también en nosotros mismos."[7]

Y más adelante –esto fue publicado en 1919– decía Mendelsohn: "En el campo se conservó más genuinamente la vida de allende los mares, aunque cambió su contenido. Los pequeños comerciantes y pequeños tenderos, vueltos colonos, atados a la tierra, siguen viviendo una vida judía. Los hijos que se acriollan no tienen todavía una influencia demasiado notoria, en un lugar donde los gauchos hablan a menudo en Yiddish. Hasta los animales domésticos son los del shtetl en un ambiente distinto. Zaino y Lobo son Di Kliache, Metushelaj y Rabchik de Méndele y Scholem Aleijem, pese a que los primeros nacieron y se criaron entre colonos judíos en Entre Ríos, La Pampa o Moisés Ville, mientras los otros nacieron y se criaron en Kabtsansk y en Kasrílevke. No es poca diferencia, pero no salta a la vista. A veces podría creerse que los colonos los trajeron consigo del shtetl, mientras que ese mismo zaino en manos del gaucho es un cimarrón, un rebelde, y el perro del colono judío, en manos gauchas es un animal bravo, prepotente, que no perdona liebre ni zorro."[8]

En muchas de las primeras obras argentinas en Yiddish se refleja el impacto del encuentro con el paisaje de la nueva tierra, donde el cielo es mucho más azul, el sol mucho más fuerte y hasta las estaciones guardan un orden diferente del de sus países natales, esos que los expulsaron y a los que siguen llamando di alte heim, el viejo hogar.

También en los demás países latinoamericanos la fuerza del paisaje y del clima cobran entidad en la poesía Yiddish, hasta hacerse metáfora. Canta el mexicano Iankev Glantz:"Rodeada de profundas sombras / la palmera sueña latitudes / estira su cuello de jirafa / para cazar las estrellas / pero el nudo de raíces / la aprisiona a la tierra."[9]

El chileno Itsjok Blumshtein dice ante la cordillera: "Un luminoso gigante se refugió en la montaña / a flagelarse... / Silencio; este momento es sagrado: / ahí en fila están sus acompañantes / vistiendo blancos camisones nevados..."[10]

Pero no sólo el encuentro con el paisaje natural aparece reflejado en esos textos literarios Yiddish; también está el impacto del paisaje humano.

El poeta mexicano Itsjok Berliner publica en 1936 su primer poemario, que ilustra Diego Rivera, y que incluye un texto, Contrastes, que dice en algunas de sus estrofas: "Ciudad de palacios, (...)// Tienes en tus tripas monasterios e iglesias / edificios hechos de piedra y de mármol / y calles polvorientas con casitas de barro / sucios agujeros donde la gente vive como gusanos. // Una soga y un trapo es la cuna de un niño / las camisas que visten son bolsas harapientas / y en palacios de piedra, tras cerrojos de hierro, / pieles femeninas se cubren de sedas // oh, ciudad de palacios..."[11]

El poeta Moishe Dovid Guiser, que vivió tanto en la Argentina como en Chile, pero cuya más importante producción poética es chilena, dice: "Por las calles de Santiago / pasa silbando un coche / como embrujado por una varita mágica / y chiquitos ofrecen en venta / la más desnuda de las tristezas / con vocecitas trágicas."[12]

Habría que mencionar muchísimos otros textos poéticos en Yiddish protagonizados por América Latina; quizás el más impresionante sea Cristóbal Colón, poema de casi 300 páginas, escrito en 1939 por el mexicano Iankev Glantz, pero el poema, a mi juicio, más potente escrito en Yiddish acerca de América Latina pertenece a Itsjok Ianasovich, poeta que llegó a Buenos Aires tras la Segunda Guerra Mundial, vivió veinte años en la Argentina y se radicó luego en Israel. Este poema cuya traducción reproducimos íntegramente más adelante, se titula “Lateinamericanish”, "Latinoamericana"[13], y dice en una de sus partes: "Allí donde cada cual es un señor en su fantasía, / y cada cual posee, en sueños, todo lo que desea, / allí florece el orgulloso árbol de la libertad. // Allí donde el cuchillo responde con agudeza a tu ofensor, / allí donde la guitarra reúne a tus amigos / y ablanda el duro corazón de tu amada, / allí mora la fuente de la dicha. // Incluso si inclinas la espalda sobre un campo ajeno / y depositas la cosecha en un granero ajeno, / eres un hombre libre y nadie puede forzar tu corazón / para que estime aquello que desprecias. // Oh, extranjero, / no es una vergüenza vivir en una jaula de madera y lata; / no es humillante criar hijos bajo una enramada; / lo vergonzoso es alquilarse para el trabajo / cuando no se tiene hambre, / cuando la botella de vino aún no está vacía / y es posible prolongar aún la dulce hora del amor / por toda una jornada de Dios. // Malditos sean los malvados / que encendieron en nuestra sangre la envidia / hacia quienes poseen cosas innecesarias / y conseguirlas exige trabajar duro la semana entera..."

Pero no todo es poesía en la literatura Yiddish latinoamericana. Existe también una importante narrativa Yiddish acerca de América Latina escrita en este continente, de la que se incluyen en estas páginas a título de ejemplo algunos textos de Marcos Alpersohn, que tienen por escenario el campo argentino, de Osher Schuchinsky, situados en La Habana, y un relato de Aarón Faierman que se desarrolla en la ciudad de Buenos Aires. Pero todo esto es apenas una introducción al tema. Queda pendiente recorrer, por sólo nombrar unas pocas, las obras de José Rabinovich, Berl Grinberg o Nahón Milleritsky acerca de Buenos Aires, las de Boruj Bendersky acerca del campo argentino, la novela de Leib Malaj ambientada en Río de Janeiro, los cuentos de Pinjas Bérniker, los relatos mexicanos de Moishe Rubinshtein o los chilenos de Noaj Vital.

***

El 19 de febrero de 1995 se apagó en Buenos Aires la vida de Shmuel Rollansky, uno de los últimos –si no el último– de los grandes maestros de la cultura Yiddish-latinoamericana. Somos muchos aún los que pertenecemos a la generación de sus hijos, a una generación nacida en Yiddish y educada en castellano; a una generación que, sin haber sufrido personalmente la Segunda Guerra Mundial quedó, a partir del Holocausto, huérfana de aquella cultura y se considera a sí misma parte de los últimos sobrevivientes de la lengua Yiddish, parte de aquellos que en las calles de Montevideo o Santiago, en las calles de Caracas o La Habana, en las calles de Lima o Buenos Aires, todavía se estremecen con el olor y el sabor de una palabra en Yiddish..

Estas páginas pretenden una primera aproximación a un necesario estudio sistemático de lo producido en Yiddish en América Latina, ese tesoro repleto de vida, oculto en cuartos cerrados que esperan abramos sus puertas de par en par y traduzcamos sus textos secretos. Posiblemente exclamemos entonces con el poeta Jacobo Glatshtein: "Había tan poco, ¿cómo es que quedó tanto?" Y podremos decir, parafraseando a Bernardo Verbitsky:  EL Yiddish ES TAMBIÉN LATINOAMÉRICA. 

________________________________________
[1] Ver, entre muchos otros: Steinmetz, Sol, Yiddish and English, A century of Yiddish in America, The University of Alabama Press, Alabama, 1986, pp. 173. 
[2] Arlt, Roberto, Nuevas aguafuertes, Comerciantes de Libertad, Cerrito y Talcahuano, Ed. Losada, Buenos Aires, 1975, pp. 10/14. 
[3] Gobello, José, Diccionario Lunfardo, Peña Lillo Editor, Buenos Aires, 1982, pp. 138 y 157. 
[4] Alpersohn, Marcos, Colonia Mauricio, Comisión Centenario Colonización Colonia Mauricio - Carlos Casares, Buenos Aires, 1991, 402 pp. Introducción, versión española
y notas de Eliahu Toker. 
[5] Katz, Pinie, Yiddishe literatur in Arguentine (Literatura Yiddish en la Argentina), tomo VII de sus Gueklibene Shriftn (Obras Elegidas), Comité Institucional en la Editorial IKUF, Buenos Aires, 1947, 213 pp.
[6] Oif di bregn fun Plata (En las Orillas del Plata), Ed. Yiddishe Tzaitung, Buenos Aires, 1919, 194 pp. 
[7] Mendelsohn, José, "Undzer svive un undzer gestalt” (“Nuestro ambiente y nuestra imagen”), Oif di bregn fun Plata, op. cit. p.4. 
[8] Ibídem, pp. 11/12 
[9] Rollansky, Samuel, Mexikanish, urugvaish, cubanish antologuie (Mexico, Uruguay y Cuba en la literatura Yiddish), Obras Maestras de la Literatura Yiddish, tomo 92. Ateneo Literario en el Instituto Científico Judío IWO, Buenos Aires, 1982, p. 22. 
[10] Rollansky, Samuel, Chilenish antologuie (Al pie de los Andes. Poesía y prosa Yiddish de Chile), Obras Maestras de la Literatura Yiddish, tomo 54. Ateneo literario en el Instituto Científico Judío IWO, Buenos Aires, 1972, p. 15. 
[11] Rollansky, Samuel, Mexikanish, urugvaish, cubanish antologuie, op. cit. p.22/23 
[12] Rollansky, Samuel, Chilenish antologuie, op. cit. p. 48. 
[13] Toker, Eliahu (Prefacio, selección y traducción), El resplandor de la palabra judía, antología de la poesía Yiddish del siglo XX, Ed. Pardés, Buenos Aires, 1981, pp. 105/110.

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