jueves, 28 de agosto de 2014

El que ve el tiempo


El 20 de agosto pasado, Marcelo Zapata públicó el siguiente artículo en el diario Ámbito Financiero. Allí se habla de Lorenzo Mascialino, profesor de griego y latín, quien acuñó un término que Julio Cortázar hizo famoso en el mundo entero.


Mascialino: un cronopio sin la fama merecida

Entre las muchas cosas que le debe la cultura criolla a uno de sus últimos humanistas, el profesor de griego y latín Lorenzo Mascialino (1914-1988), se cuenta la incorporación al español de un neologismo hoy celebrado, pero que no le ha dado fama a él sino a su colega de los años 40 en Mendoza, Julio Cortázar. Porque fue Mascialino, y no Cortázar, quien acuñó, en una lejana noche de copas e improvisaciones, la palabra "cronopio".

Mascialino (mencionado en dos ocasiones en en el libro del profesor Jaime Correas, Cortázar en Mendoza) coincidió en la Universidad de Cuyo con el autor de  Rayuela por la misma época en que éste llegaba desde Chivilcoy.

Nunca fueron amigos cercanos; Cortázar, que dictaba literatura francesa en Mendoza, era por entonces un librepensador sarmientino de cuño liberal, y Mascialino, un ítalo-argentino de familia numerosa (de aquellas donde nunca faltaba un cura), ya profesaba ese credo nacionalista que lo llevaría, más tarde, a adherir al naciente peronismo.

Sin embargo, sus tenidas filológicas acompañadas por los generosos vinos de la zona ("In vino veritas", era uno de los apotegmas más citados por el prestigioso latinista), y cimentados por su profundo amor por la lengua ("la única forma de entender al  hombre", también decía) no eran infrecuentes.

En uno de esos encuentros, contó años después contó años después Mascialino a algunos de sus  discípulos, se habían puesto a imaginar, junto con Cortázar, un mundo fantástico en el que existieran criaturas que pudieran ver, físicamente, las dos dimensiones: no sólo el espacio, sino también el tiempo.

–¿Y cómo  llamaríamos, para usar una palabra griega, a ese ser capaz de percibir el tiempo con sus propios ojos? –desafió Cortázar a Mascialino.
Éste lo pensó un momento, y respondió sin titubear:
–Cronopio. Se llamaría cronopio, por supuesto.

La síntesis era perfecta. Como explica otro testigo del relato de Mascialino, Luis Ángel Castello, titular de la cátedra de griego en la UBA: "'Cronos', como es bien sabido, es 'tiempo', y la desinencia -opios viene del verbo horao (que significa 'ver', 'mirar con atención', de cuyo futuro 'hopsomai' (sale 'opsis' (de la que nacen tantas palabras como 'óptica', 'autopsia', etcétera. Cronopio, entonces, es el que ve el tiempo.

No hay testimonios de que Cortázar, después de su festejada Historias de Cronopios y de Famas, le haya reconocido a Mascialino la creación de la que en el futuro de la literatura argentina sería palabra tan célebre. Pero a él tampoco le preocupaba: "Seguramente le gustó y se acordó de ella  cuando escribió el libro", lo disculpaba Mascialino, quien nunca demostró otra preocupación que la de incorporar, a lo largo de su vida, el conocimiento de la mayor cantidad posible de las lenguas llamadas "falsamente" muertas. "La gente sigue hablando latín, y no se da cuenta", como decía en tantas de sus clases.

Inventor del "método inductivo" para la enseñanza de las lenguas clásicas (en el cual los alumnos no eran perseguidos por abrir el diccionario durante los exámenes), creía que la razón y no la memorización, esa costumbre de computadoras y de secretarias, podía llevar al auténtico conocimiento.


Bajito de estatura, amante de la filología y la poesía alemana, de las comedias de Menandro (autor de quien dejó estupendas versiones, consultadas hoy en todas las universidades del mundo), de las causas perdidas, de las bellas mujeres y del vino, Lorenzo Mascialino fue lo más cercano a un "cronopio" viviente, un hombre sabio capaz de ver el tiempo

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