miércoles, 30 de julio de 2014

Spregelburd, Coelho y "todo el mundo"

Además de haber traducido a Harold Pinter y a Sarah Kane, entre otros, Rafael Spregelburd es un excelente actor de teatro, cine y televisión, y un gran director teatral. Tal es así que su presencia, hoy en día, resulta insoslayable en pantallas y escenarios. Y eso quizás le juegue en contra a la hora de considerar que, por si fuera poco, en el reparto de virtudes le tocó también ser un extraordinario escritor que se aventura allí donde otros no van. Por caso, y a modo de brevísimo ejemplo, esta columna publicada en el diario Perfil, de Buenos Aires, el 26 de julio pasado.

Ulysses cambió su foto de perfil

Coelho anda gritando en los recreos que Joyce le hizo mucho daño a la literatura. Es recurrente que desde las mieles del éxito se descargue la furia (aunque cuesta imaginar a Coelho enfurecido) contra fantasmas indelebles embebidos en un prestigio al que semejantes disparates harán más publicidad que mella. Coelho ha dicho en realidad que “Joyce hizo mucho mal a la literatura porque nadie lo ha leído pero todo el mundo dice que lo ha leído”. Sí, el problema de Coelho no es con Joyce, sino con “todo el mundo”.

La opinión de un “internetual” (como el brasileño gusta definirse a sí mismo) no dejará rastro “intelectual” de esta disputa, magnificada por los medios sólo porque es divertida y hace que unos y otros riamos por lo bajo como Patán. Pero sugiero olvidar el motivo central para ir por rutas laterales, verdaderamente aceitosas. ¿Quién será “todo el mundo” para Coelho? ¡No creo haberme topado con nadie que mienta haber leído a Joyce! ¿Para darse ínfulas de qué? Pero en cambio, debo confesar con culpa que sí he hecho apestosamente lo contrario: suponer que Coelho es horrible sin haberlo leído jamás. En la misma semana de su declaración desembozada, me preguntaron en una entrevista con mil trampas qué autor me parecía horrible, y me pareció que quedaba bien si decía Coelho. Coelho debe ser horrible, tantos lectores no pueden sino estar equivocados. Hoy pienso –con horror– que mi problema, igual que el del pobre Coelho, rechoncho en sus creencias, es “todo el mundo”. O casi. Y que leer no es más que una lupa que hace evidente ese problema.




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