martes, 31 de julio de 2012

Fabio Morábito: "La invención no existe"

El viernes 27 de julio de este año, el escritor Jorge Consiglio entrevistó para La Nación, de Buenos Aires, a Fabio Morábito, próximo visitante, invitado por el Festival Internacional de Literatura de la ciudad, este año dedicado a México. Con la inteligencia a la que nos tiene acostumbrados, Morábito respondió a una última pregunta vinculada con su labor de traductor de poesía italiana  (Eugenio Morábito, Patrizia Cavalli, entre otros). Esa respuesta se transcribe a continuación.

Una respuesta sobre traducción

–¿En qué medida su actividad como traductor le ha proporcionado herramientas para su propia ficción?
–La traducción proporciona humildad, como decía mi maestro Tomás Segovia. Y la humildad, sobre todo la humildad de escucha, es una excelente herramienta para escribir, pues al fin y al cabo uno escribe escarbando, no construyendo, es decir, se escribe como si el cuento o el poema ya estuvieran ahí, completos y enterrados, y sólo hay que sacarlos a luz. La escritura es una persecución, un ir en pos de algo que el escritor siente como algo preexistente. La invención no existe; existe el descubrimiento o, mejor dicho, el develamiento, y la traducción es el arte de develar, de levantar el velo, de ir trayendo a la luz lo que permanece oculto. Cuando escribimos, estamos traduciendo, abriendo un surco para acomodar palabras que no nos pertenecen

lunes, 30 de julio de 2012

Andrés Ehrenhaus no se desgarra el chandal

El 12 de julio pasado, Andrés Ehrenhaus publicó la siguiente columna en El Trujamán. Si bien debe leerse fundamentalmente a la luz de la crisis que está sufriendo España, desde estas costas también tiene sentido. La reproducimos por eso y por el alto grado de neologismos.

Obligaciones y compromisos

Bueno, vayamos cerrando la espita. Es hora, creo, de que pasemos del rezongo lento y trillado sobre los males a los que nos somete la industria, personificada en un editor de más papada que barriga, traje de lana fría, vaso de cubata con pepino en la mano y casa con piscina y jacuzzi, a las obligaciones y compromisos que asume el vil mortal cuando se mete alegremente a traductor —no muy distintas, por cierto y en el fondo, de las que asume el vil mortal cuando se mete igual de alegremente a arquitecto, lampista o matarife—. Por ponerlo en letras de sopa: el ejercicio de nuestra profesión incide inevitablemente en dos áreas: una personal, íntima, de desarrollo de la experiencia y reflexión interna (todos pensamos en lo que estamos haciendo, incluso aquellos de nosotros que creemos o sostenemos que no), y otra social o cultural si se quiere, de participación en la experiencia colectiva y reflexión externa (todos hacemos algo sobre lo que se piensa, incluso aunque creamos o sostengamos que lo nuestro es impensable).

Que ambas áreas cohabitan en íntima relación dialéctica es casi un pleonasmo, así que no abundaré en ello. Más me interesan en todo caso los aspectos éticos de esta cohabitación y, sobre todo, su carácter insoslayable. La traducción es como la política. Digo más: traducir es una manera de hacer política. La máxima según la cual quien no se involucra activamente en política está asumiendo una posición política igual de activa puede extrapolarse perfectamente a la traducción: entender la traducción como actividad apolítica es, en sí misma, una postura política activa. Ojo al gol: no estoy hablando aquí de activismo gremial o sindical, ni de asociacionismo militante o justicierismo solitario, sino de conciencia y compromiso cultural. Hablo de traducir así o asá. Hablo de obligaciones y de actitudes éticas. Hablo de la lengua, de la cultura, de los libros, de cómo y de para qué.

Más allá de que nos paguen lo que merecemos o de que nos reconozcan con fanfarria y confeti el martirologio, pensemos sin remilgos vergonzantes ni mascarillas fóbicas, puesto que seguimos traduciendo, en nuestro papel en la producción de cultura del mundo actual, en nuestra incidencia en la creación, gestión y tensión de la lengua, en nuestro compromiso con lo que hay y lo que es. No perdamos ni un segundo más en desgarrarnos el chándal y lamentarnos por todos los males morales que nos infligen los Otros (algunos de los cuales, como los correctores por ejemplo, son nuestros legítimos compañeros de camino) sin antes pasar a la asunción activa de nuestras obligaciones y compromisos culturales. No creamos más que por no pensar en ello, por no comernos el coco, por traducir con nuestra parte crítica de cerebro en tilt permanente, estamos esquivando el bulto; casi podría decirse que todo lo contrario: apenas lo estamos apartando unos metros más allá para encontrárnoslo, sísifamente, allí donde nos lleve el viento.

Estamos viviendo un momento crítico de la producción cultural en lengua española. Visto desde España, probablemente produzca pánico, y no infundado. Visto desde las otras muchas perspectivas, geográficas o políticas, que componen el caleidoscopio de ese inmenso ámbito lingüístico, se ve incluso como un período de apertura y redistribución de las corrientes de influencia. Toda crisis implica un corrimiento de las relaciones de poder, de las reglas del juego y del papel de los jugadores; toda crisis política y económica encubre, a su vez, una crisis de ideas, impone una ineluctable revisión de ideas. Los traductores somos actores culturales de esa reordenación: no nos hagamos los longuis. Hablemos de ello. No eludamos, escudándonos ahora en la crisis como nos escudábamos antes, cuando las vacas estaban menos flacas, en la ignominia del Otro, nuestras obligaciones. Asumamos, como han de hacerlo el arquitecto, el lampista o el matarife, nuestro compromiso particular. Traducir bien no existe: existe traducir aquí y ahora.

viernes, 27 de julio de 2012

La crisis española y la traducción en España

“La crisis editorial incide todavía más en un trabajo tan decisivo como mal remunerado. ABC recaba las opiniones de seis grandes profesionales de la traducción”, dice la bajada del artículo que firma Sergi Doria en el diario español, del 21 de julio pasado.

Traductores: mal pagados y poco reconocidos

Pongamos los mejores frutos del mar en manos del un mal cocinero que arrasa sabores y texturas. Confiemos el canon literario a traductores de aluvión, a tanto la línea y sentenciaremos aquello de traduttore–traditore. Nuestra mente rebosa de libros que creíamos haber leído pero que en su versión original no decían lo que nosotros creímos entender. Nunca como hoy las editoriales disponen de tan buenos profesionales de la traducción, aunque esa función decisiva y determinante para la comprensión lectora, siga siendo la cenicienta en un proceso editorial que improvisa novedades y acorta plazos con el consiguiente deterioro de la calidad.

Así lo subraya Olivia de Miguel, premio Nacional de Traducción 2011 por su versión de la poesía completa de Marianne Moore: “Las prisas son el denominador común… Todo se necesita para anteayer. Da igual que sea un clásico o la última novedad. Una buena traducción exige tiempo, dejar reposar el texto antes de revisarlo, distanciarse del original, y eso rara vez puede hacerse”. Elogia la lentitud en una industria editorial obnubilada por la novedad y el mimetismo cortoplacista que vomita cien mil títulos anuales: “¿Dónde vamos con tanta prisa? ¿Para qué tantos libros totalmente prescindibles que rápidamente desaparecen de los estantes de las librerías?” Y como quien pregunta ya responde: “Hay que primar la calidad sobre la cantidad y valorar el trabajo del traductor de acuerdo a su importancia en la producción editorial”.

Tiempo, dinero… y reconocimiento. Algunas editoriales, añade la belga Goedele de Sterck, “encargan sus traducciones al mejor postor”. A Lluís M. Todó, traductor de clásicos como Balzac, Maupassant y de Yo, Claudio de Robert Graves, incide en la necesidad de que las editoriales sean menos mercantilistas: “Que al elegir a un traductor, se guiaran más por la calidad que cabe esperar del texto traducido y menos por la tarifa con la que se conformará el candidato a traductor”.

En este aspecto, la relación con los autores acostumbra a ser cordial: “Siempre consulto las dudas y los escritores que traduzco colaboran de buena gana” apunta Peter Schwaar, traductor al alemán de Ruiz Zafón y Mendoza. Somacarrera también considera satisfactoria su relación con Atwood y Highway: “Se han prestado generosamente a resolver dudas y a proporcionarme información sobre aspectos del libro que no es fácil descubrir mediante la investigación”. De Stercke, que acaba de ver publicada en Acantilado su traducción de Cuando los dioses duermen de Edwin Mortier, subraya que a los autores “casi siempre les agrada colaborar y prestarse a resolver cualquier dudas. A veces, hasta se ofrecen a mejorar las condiciones del traductor ante la editorial española”.

Anonimato
Aunque parezca mentira, un trabajo tan profesional y decisivo para la comprensión de una obra literaria, permanece en muchos casos en el anonimato. De Sterck sigue pidiendo que los editores “mencionen por sistema el nombre del traductor en la cubierta y que no abandonen el libro a su suerte cuando sale al mercado. Sin el traductor, la obra no existiría”. Con un centenar de títulos al francés y el italiano en su haber, Teresa Clavel afirma que la clave es que el mundo editorial “reconozca de verdad que el traductor es un autor. Si lo hace, todo lo demás sería más fácil”.

–¿Cómo afecta la crisis a la traducción?
–Olivia de Miguel: “Es cierto que muchas editoriales, como otras industrias, pasan momentos difíciles, pero no es menos cierto que sin la traducción no hay libro, ni transmisión de la cultura. Las tarifas no suben desde hace muchos años, desde antes de que empezara la crisis, e incluso bajan.”

–Teresa Clavel: “Las editoriales han congelado tarifas o las han bajado. Han reducido el número de títulos y muchos traductores se han quedado sin trabajo”.

–Lluís M. Todó: “Editores, fundaciones y administraciones han bajado las tarifas unilateralmente amparándose en la crisis”.

–Goedele De Sterck: “Las tarifas tienden a bajar, lo cual obliga a trabajar más deprisa para obtener unos ingresos medianamente aceptables. La crisis afecta a la revisión de las traducciones y su promoción, en muchos casos inexistente”.

–Pilar Somacarrera: “Se han interrumpido colecciones literarias o de ciertos géneros literarios más o menos minoritarios (poesía, teatro), que pese a su calidad, se considera que no tienen ‘éxito comercial’ y se ha despedido a editores literarios que se encargaban de dichas colecciones.

–Peter Schwaar: “Las editoriales no quieren correr ningún riesgo, es decir, se publican títulos de los que puedan estar seguros de que se venderán bien. Lo primordial ya no es el valor literario de una novela sino su vendibilidad (hay excepciones, claro, pero pocas)”

–¿Editores, periodistas y lectores tienen conciencia del valor de la traducción?
–Olivia de Miguel: “La mayoría no. La ficción de estar leyendo un original sin intermediarios es muy poderosa y está alimentada por editores y periodistas culturales cuando obvian la figura del traductor de las portadas de sus libros y en sus reseñas. No pretendemos una crítica filológica, pero ¿cómo es posible alabar la precisión léxica, la fina ironía, la compleja sintaxis de una obra sin reparar en que ahí está la lengua del traductor? Ni Henry James, ni Dickens, ni Balzac, ni Rilke, escribieron en español. Si el lector puede conocerlos es a través de la lengua de sus traductores que puede ser hábil, creativa, rica de registros o torpe y tópica”.

–Teresa Clavel: “Salvo excepciones, no. Si tuvieran esa conciencia, los editores mimarían más a los traductores que consideran buenos; los periodistas los mencionarían cuando hacen referencia a un libro traducido, en sus reseñas o críticas; y los lectores, se fijarían en quién es el autor de la traducción y lo tendrían en cuenta, para bien o para mal, cuando compren otros libros traducidos, cosa que desde luego no pasa”.

–Lluís M. Todó: “Se supone que los editores, por su oficio, deberían tener tal conciencia y usarla; en la realidad, pocos guían su gestión en función de esta conciencia, suelen inclinarse más por criterios económicos. A los periodistas les queda mucho por aprender: por ejemplo, citar siempre el nombre del traductor cuando mencionan un libro traducido. En cuanto a los lectores, la gran mayoría siguen pensando que una buena traducción es una traducción que no se percibe como tal, una traducción transparente, por así decir. Dudo mucho que entre los criterios que guían la elección de un libro cuente la excelencia de la traducción o el prestigio del traductor”.

–Peter Schwaar: “Editores y periodistas tienen más conciencia que los lectores que muchas veces no se dan cuenta de que hay un traductor o traductora de por medio. Generalmente, los periodistas no saben muy bien en qué consiste realmente la tarea de traducir y por eso la valoran poco o basándose en aspectos superficiales que les llaman la atención”.

–Pilar Somacarrera: “Aunque va apreciando más la difícil y poco reconocida labor del traductor, en la crítica periodística nos encontramos con una escala que va desde no hacer absolutamente ningún comentario sobre la traducción y su estilo pasando por comentarios anecdóticos o irrelevantes, hasta atacar con saña al traductor injustamente”.

–Goedele De Sterck: “Depende de cada caso. Mientras unas editoriales venden libros como si fueran zapatos o teléfonos móviles, otras sienten pasión por la buena literatura y el trabajo bien hecho. En cuanto a los periodistas, no pueden abarcar todo lo que se publica. Se agradecen las alusiones al traductor, ya sea por el mero hecho de incluir su nombre en las fichas de las reseñas o a través de algún comentario, Por último hay que concienciar a los lectores: Fred Vargas, Herta Müller, Orhan Pamuk no escriben en español…”.

jueves, 26 de julio de 2012

Desde México, revista sobre Joyce en castellano

El sábado 1 de noviembre de 2008, en su blog erratas.com (ver), el mexicano Eduardo Mejía –“periodista, escritor y recolector de minucias.”, según él mismo se define– publicó la entrada que se copia a continuación. Trata, justamente, sobre lo que anuncia el título.  

Las dificultades de leer a Joyce en español

El 16 de junio de 1904, a los 22 años de edad, James Joyce se enamoró. Aunque la leyenda dice que ese día conoció a Nora Barnacle, “una joven alta, de cabellos cobrizos y airoso caminar”, según el excepcional biógrafo Richard Ellmann, la conoció unos días antes, el 10 de junio. Lo impresionaron su desparpajo, su atractivo animal y la naturalidad con que aceptó que la abordara y, discreta, dio pie para que le siguiera hablando. El 15 de junio Nora aceptó salir con él al día siguiente. Pasaron los siguientes 37 años juntos, aunque sólo contrajeron matrimonio en 1931; antes de ella había publicado ensayos y poemas sueltos; luego de su primera y definitiva salida, en la que se supone tuvieron un encuentro sexual, Joyce dio como definitiva la fecha del 16 de junio de 1904; en ella transcurre todo Ulises, su obra más famosa.

Nora soportó la vida de pobreza, enfermedades, destierro, persecución, y desde luego la gloria: a su lado, Joyce publicó Música de cámara, Dublineses, Un retrato del artista adolescente, Ulises, Poemas manzana y Finnegans Wake, además de escribir Esteban el héroe, que destrozó a medias pero que Nora rescató lo que se conoce de esa novela tan intensa y tan enigmática.

Joyce, el novelista más influyente en todo el siglo XX, el hombre que dinamitó la estructura de la novela, que introdujo el concepto de poesía en la narrativa, el escritor al que durante casi un siglo han tratado de interpretarlo, imitarlo, descifrarlo, comenzó a escribir Ulises en 1906, dos años después de su encuentro con Nora; la terminó en 1921, y se publicó al año siguiente, en París, bajo el sello de Shakespeare & Co., edición de mil ejemplares patrocinada por Sylvia Beach (las mujeres fueron de vital importancia en la vida de Joyce; a ella y a Nora hay que agregar a la muy bella Harriet Shaw Weaver y a la inteligentísima Gertrude Stein; tan importantes o más que la amistad que sostuvo con T. S. Eliot, Ezra Pound, Ford Maddox Ford); fue calificada de pornográfica, inmoral, antiliteraria, pero despertó el entusiasmo de los escritores vanguardistas, los que después de la Primera Guerra Mundial exploraban nuevos caminos, buscaban diferentes rutas para el arte. (En Iberlibros ofrecen entre siete y diez ejemplares de esa primera edición, llena de erratas por la mala letra de Joyce transcritas por linotipistas franceses; la más barata anda arriba de los 20 mil euros.)

En México fueron los Contemporáneos quienes comenzaron a mencionarlo; Salvador Novo fue el primero en recomendarlo a los lectores de sus escritos juveniles, y Miguel Capistrán llama la atención de que una de sus revistas más importantes se llamó Ulises, nada lejano al espíritu experimentador y renovador de Joyce.

Ha sido difícil leerlo en español; su obra de teatro Exiles, de 1915, se tradujo hasta 1957 en Sur, bajo el título de Desterrados, con la prosa endurecida de Alberto Jiménez Fraud; la versión de Javier Fernández de Castro, de 1970, para Barral, no es mucho mejor; Dublineses, de 1916, la tradujo incompleta Isabel Abelló, en 1942; en 1961 apareció, con el título de Gente de Dublín, una versión de Óscar Muslera, y en 1972 se editó la versión definitiva de Guillermo Cabrera Infante, que circula tanto en Alianza Editorial como en Lumen. Versión definitiva porque Cabrera Infante entendió como pocos a Joyce, pero es aún lejana a la prosa que sobre todo en el ritmo reproduce el de la infancia, con sus temores e inseguridades y su sensación de que todo está por empezar; sin embargo, en “Los muertos”, el último relato del libro, sí se acerca a Joyce.

Un retrato del arista adolescente (en las traducciones omiten el artículo, que sí tiene en inglés) no corrió con más suerte; en 1926, con traducción de Dámaso Alonso, Biblioteca Nueva incluyó en su catálogo el nombre de Joyce; sin embargo, es una versión muy pobre, muy madrileña, muy acartonada; nadie ha emprendido ninguna nueva traducción, aunque en los años sesenta circuló una versión cubaba (cambio de verbos, de tiempos gramaticales, de adjetivos) de Edmundo Desnoes, tan pobre como su antecesora; el famoso comienzo donde se dice “Once upon a times and a very good time it was a moocow” Alonso lo empobrece “Allá en otros tiempos (y muy buenos tiempos que eran) había una vez una vaquita (mu)”, y Desnoes “En aquella época y muy buena época era una vacamúu”. Sobran los comentarios.

Esteban el héroe, que se publicó hasta 1944 en inglés, tuvo una traducción mucho menos desafortunada en 1960 de Roberto Bixio, también por la benemérita Sur, y se reeditó en los años sesenta por Lumen.

Los Poemas manzana, de 1927, tuvieron que esperar hasta 1973, en versión de José María Martín Triana (en Visor); Giacomo Joyce, que apareció hasta 1957, fue traducida al español por Alfredo Mantilla, en 1970, en los Cuadernos Ínfimos de Tusquets, una colección dirigida por Sergio Pitol, quien en su autobiografía confiesa que, cuando reprobó literatura en la preparatoria, se indignó porque él era el único en la clase que sabía de las dificultades de leer el Ulises.

El más importante libro de poemas de Joyce, Música de cámara, de 1907, llegó en español, también en Visor y también con traducción de Martín Triana, en 1971; a mediados de los setenta Premiá publicó todos los poemas en Poesía completa; también en esa década, con el tramposo título de Cartas de amor a Nora, Premiá hizo una selección de la muy intensa correspondencia erótica de Joyce con Nora.
También en los setenta (cuando más entusiasmo había por él), se publicaron los Ensayos críticos (Critical Writing), con muy buena traducción de Andrés Bosch; en él se incluyen críticas y ensayos, comenzando por los célebres “Drama y vida”, que le dio notoriedad en Dublín, y “El nuevo drama de Ibsen”, que hizo ver a los lectores, Ibsen incluido, el talento de Joyce. Pertenece a la colección Palabra en el Tiempo, de Lumen.

Lumen también publicó, en1982, en dos volúmenes, Cartas escogidas de James Joyce, seleccionadas por Richard Ellmann y traducidas por Carlos Manzano. Nada íntimas y sí reveladoras de su amor por Nora y por Ulises.

Es imposible hablar de Finnegans Wake. Publicada en 1939, tiene una versión muy fragmentada, paupérrima, de Víctor Pozanco, en Lumen, 1993; Cátedra publicó, en 1992, en versión bilingüe preparada por Francisco García Tortosa, pero de un solo capítulo, el octavo, del Finnegans, el famoso “Anna Livia Plurabelle”, 40 páginas con un prologo de 125 páginas; no es ridículo, sólo sintomático. Salvador Elizondo intentó en los años sesenta traducir este libro intraducible, como confiesa en el prólogo de Teoría del infierno: “pensaba entonces que la ‘traducción’ de Finnegans Wake era posible; hoy pienso que es innecesaria”; allí recoge su versión de la primera página del libro: poco más de una página, con seis de notas. Hay una versión cruel de este episodio en La mafia, de Luis Guillermo Piazza.

Hace poco más de cuatro años se conmemoró el centenario del Ulises; no de su publicación, sino de la fecha en que sucede la acción de la novela. Llegó a México la traducción de J. Salas Subirats a finales de los cincuenta (en la biblioteca de Sergio Galindo vi una edición creo que pirata de Diana, con el nombre “Joice” en la portada, de finales de los cuarenta). A los joyceanos les parecía una traducción elemental, pobre, muy lejana de la complejidad, inventiva, de la imaginación de Joyce; pero no hay de otra. ¿Cómo aceptar que el poderoso “Stately, plum Buck Mulligan came from the stairhead, bearing a bowl of lather on wich a mirror and a razor lay crossed” terminara en “Imponente, el rollizo Buck Mulligan apareció en lo alto de la escalera, con una bacía desbordante de espuma, sobre la cual traía, cruzados, un espejo y una navaja"? Era mejor la versión de Gustavo Sainz en Obsesivos días circulares: “Imponente y rollizo, Buck Mulligan apareció en lo alto de la escalera con una bacía desbordante de espuma, sobre la cual traía, cruzados, un espejo y una navaja/”, pero tampoco.

Lumen, que se empeñó en publicar a Joyce, le encargó a José María Valverde, traductor de Melville y de Eliot y otros, una versión menos acalambrada, más joyceana; el resultado fue: “Solemne, el gordo Buck Mulligan avanzó desde la salida de la escalera, llevando un cuenco de espuma de jabón, y encima, cruzados, un espejo y una navaja".

No sólo se trata de un ritmo inadecuado, ampuloso y sin brío. Había que buscar una nueva versión. Se le encomendó a Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas Lagüéns, en una edición de Cátedra de la que se encargó el propio García Tortosa, quien ya vimos se encargó del capítulo de “Anna Livia”.

Nos fue peor: “Majestuoso, el orondo Buck Mulligan llegó por el hueco de la escalera, portando un cuenco lleno de espuma sobre el que un espejo y una navaja de afeitar se cruzaban.”

La famosa frase en que Joyce afirma que una mujer guardará rencor al hombre que “her knickers down”, Salas Subirats la simplifica: “que la vea con los calzones bajados”; peor, Valverde vulgariza: “que la pille en un descuido”; García Tortosa y Venegas Lagüéns lograron empeorarla: “Hay que tener cuidado con las mujeres. Las coges una vez con el culo al aire. No te lo perdonan jamás.” En realidad, sería “que le baje los calzones” o que la someta a una posición degradante.

Hay dos ediciones extra, que no son precisamente de Joyce: La noche del Ulises (Ulises in Nightown), adaptación “dramática” de Marjorie Barkentin, versión teatral del Ulises, muy condensada (“Majestuosamente, el rollizo Buck Mulligan descendió la escalera, trayendo una escudilla llena de espuma sobre la que descansaban un espejo y una navaja”), con traducción de Celia Paschero y Juan Carlos Pellegrini, editada en 1961 por Sur, sobre la edición original de Random House en 1958. No se sabe, o no sé, si se representó alguna vez en español.

Para facilitar el harto difícil monólogo final, López Crespo Editor publicó en 1977 el obsceno Monólogo de Molly Bloom, la parte final del Ulises, sin crédito de la traducción porque es la de J. Salas Subirats.

Y hay que anotar que “The Sensual World”, la hermosa canción de Kate Bush que inicia el disco del mismo título, es una adaptación demasiado breve pero muy intensa de este monólogo.

Tampoco hay que olvidar las versiones cinematográficas: la apócrifa de Einsenstein, con Mae West y Cary Grant, anunciada en la revista S.nob con todo y declaraciones de Buñuel y Sadul, y la más verificable, Ulises, de 1967, de Joseph Strick, con Barbara Jefford, Milo O’Shea y Maurice Roeves, que se estrenó en México en el cine Arcadia; Strick hizo muchos años más tarde una versión, que Leonard Maltin califica de mucho más aceptable, de Un retrato del artista adolescente.

El Ulises, divertidísimo, desbordante, de gran erotismo y gran sensualidad, tendría que haberse traducido por alguien que lo entendiera, lo sintiera o fuera tan intenso como Joyce; digamos Villaurrutia (a quien parece que no le interesó mucho) o Novo (quien se aburrió aunque intentó la traducción, según informa Miguel Capistrán), o Rodolfo Wilcox o Jorge Luis Borges; más recientemente Paz o José Emilio Pacheco hubieran hecho una versión a la altura de Joyce.

Ulises siempre va a sorprender, a emocionar y a asombrar: una lectura paralela del original y de las tres traducciones asequibles es un ejercicio divertido, aunque a ratos irritante, pero siempre va a despertar más inquietudes. Por ejemplo, los paralelos y las coincidencias entre Joyce y Ramón López Velarde (hay que fijarse en el año clave de 1921): ambos afirman que la mujer no es ni carne ni pescado, y ambos, al hablar del autoerotismo (López Velarde, caminando del brazo de la novia; Joyce, al espiar a tres mujeres en la cercanía de una playa) mencionen los “fuegos de artificio”.

Hay disponibles varias ediciones de Ulises en español, la mayoría burdas, sin la elegancia que requiere la novela; atiborradas, apretadísimas, demasiado baratas, tipografía rudimentaria; la más elegante, llena de notas no todas inútiles, retoma la traducción de Salas Subirats, pero es demasiado cara, ostentosa, sin el espíritu subversivo de Joyce.

Ulises es, ya lo sabemos, muy difícil, a ratos impenetrable. Pero quien lo comienza no puede dejarlo nunca.
(Ésta es una versión muy ampliada y corregida de la que se publicó en El Financiero, el miércoles 16 de junio de 2004, el centenario de la acción del Ulises; hay más datos, además de la fotografía de Marilyn Monroe leyéndolo, casi por terminarlo. ¿Alguien puede aspirar a una mejor lectora? La fotografía adornó un poster que invitaba a conmemorar el Bloomsday –16 de junio— de 2000, en Australia. Esta versión, como la original, está dedicada al joyceano mayor en México, Marco Antonio Pulido.)

miércoles, 25 de julio de 2012

El Círculo de Traductores entra en acción

Con un gusto enorme, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires celebra el comiezo de actividades del Círculo de Traductores (de México) y felicita a Lucrecia Orensanz, su creadora, por el tesón y la energía con que está encarando la tarea. Se copia, a continuación, el texto con el que se invita a los colegas mexicanos a la priemera actividad pública y se recuerda a los lectores de este blog que muy pronto las actividades de nuestros amigos de México estarán online (el vínculo con el Círculo de Traductores puede consultarse en la columna de la derecha).

Queridos colegas

Ya comienzan las sesiones presenciales del Círculo de Traductores. Las sesiones se realizarán el primer miércoles de cada mes a las 17:00 horas en México, DF, en el Centro Cultural de España en México (CCEM).

La primera sesión será este miércoles 1 de agosto, a cargo de Arturo Vázquez Barrón con el tema “¿Es posible y deseable apostarle al uso de un español neutro en la literatura traducida?”.

La idea del Círculo de Traductores es muy sencilla: abrir un espacio para seguir compartiendo y poniendo sobre la mesa los muy diversos temas que nos interesan e inquietan a los traductores, incluidas cuestiones técnicas, literarias, políticas, etc. La convocatoria del Círculo la hacemos en conjunto varios colegas independientes y 17 - Instituto de Estudios Críticos (http://www.17.edu.mx). El Círculo complementa las otras iniciativas existentes, para articular de manera virtual y presencial una comunidad de traductores más allá de las afiliaciones institucionales de cada uno.

La mecánica de las sesiones consiste en presentar una breve charla (15-20 minutos) de un ponente sobre un tema puntual y dejar amplio tiempo para comentarios, preguntas y debate. Las sesiones se videograban y se suben a la red, para ir constituyendo un archivo que se pueda consultar desde otros lugares y en otros momentos. El acceso a este archivo y a otros materiales de interés será mediante el blog circulodetraductores.blogspot.com.

La sesión de este 1 de agosto, a cargo de Arturo Vázquez Barrón con el tema “¿Es posible y deseable apostarle al uso de un español neutro en la literatura traducida?”, se inserta en un largo y amplio debate sobre políticas lingüísticas, condiciones editoriales en los distintos países hispanohablantes y propiedad/apropiación de la lengua. Aún nos queda mucho por conocer y discutir en este terreno, será interesante escuchar distintas opiniones al respecto.

El Círculo de Traductores de México está inspirado en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires (CTLBA), coordinado por el traductor y escritor Jorge Fondebrider. Desde hace cuatro años, el Club funciona regularmente a través de su blog, que trae algo nuevo todos los días (http://clubdetraductoresliterariosdebaires.blogspot.mx/) y que les recomiendamos enormemente visitar, y de sus sesiones presenciales, realizadas cada quince días el el Centro Cultural de España en Buenos Aires. Quizás poco a poco se vayan formando más clubes y círculos en otras partes.

Así, queda hecha la invitación y la cita es en una semana: miércoles 1 de agosto a las 17:00 horas en el CCEM, ubicado en República de Guatemala 18, Centro, del. Cuauhtémoc, c.p. 06010, Ciudad de México, tel. (55) 55 21 19 25 y http://www.ccemx.org/.

martes, 24 de julio de 2012

Un periodista recomienda una traducción


El 19 de julio pasado, Público.es publicó la siguiente columna del periodista Luis Matías López donde se comenta la versión de Anna Karénina de Víctor Gallego Ballesteros, publicada en España por el sello editorial Alba.

 

 

  

Anna Karénina resucita en castellano


1.- La hora de los traductores del ruso.
Los traductores son los grandes olvidados, excepto para crucificarles por sus errores, pero hoy les toca ser reivindicados, al hilo de la entrega de los premios La Literatura Rusa en España, concedidos por el Centro Yeltsin de Moscú y organizados por la Fundación Alexander Pushkin, que dirige Alexander Chernosvitov.

En los últimos años, el número de versiones al castellano de obras rusas se ha multiplicado, más de 40 de ellas han optado a la tercera edición del premio, y hay varias editoriales en las que manda el catálogo ruso. Las más destacadas son Alba, que dirige el Luis Magrinyà (un excelente novelista, imprescindible su Habitación doble, Anagrama), y Nevsky Pospects, un empeño casi romántico de James y Marion Womack, ambos por cierto excelentes traductores del ruso.

El primero de estos sellos ha publicado la monumental Anna Karénina (más de 1.000 páginas) que, vertida al castellano por Víctor Gallego Ballesteros, se ha hecho con el premio Yeltsin, en tanto que una de las menciones especiales ha recaído en la traducción de María García Barris de Una noche con Claire, primera obra de un escritor de la época soviética, fallecido en 1971, Gaito Gazdánov, desconocido en España, algo que los Womack quieren remediar. El resto de menciones han sido para las traducciones de Jorge Ferrer (El Libro negro, de Vasili Grossman e Ilyá Ehrenburg, Galaxia Gutenberg), Helena Vidal (Armania en prosa y verso, de Ósip Mandelstam, Acantilado),  y Jorge y Saura y Bibicharifa Jakimsiánova (La Gaviota y Tío Vania, de Antón Chéjov, Alba).

2.- “Una fábula sobre la búsqueda de la felicidad”
La versión al castellano de Anna Karénina es, según señala Víctor Gallego, la “experiencia más enriquecedora” de su vida, la culminación de un sueño y de una carrera que incluye la traducción de obras de otros clásicos rusos, como Chéjov, Pushkin y Turguénev. Cumplida la misión, tras tantas y tantas horas con Anna, Vronski, Kitty y Levin, afirma que le ha quedado “una especie de vacío”. Como hace unas semanas, yo aseguraba en una columna que la primera frase de la novela tiene tantas variantes como traductores, ahí va la de Víctor Gallego: “Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo”. Y le cedo la palabra para extraer de su presentación algunas ideas claves sobre la que multitud de críticos y lectores han considerado “la novela por antonomasia”.

-Si la novela es de por sí un ámbito de libertad, en Tolstói se convierte en un espacio casi infinito.

-No es la historia de un adulterio, de un destino truncado por la vida y las condiciones sociales, sino una fábula sobre la búsqueda de la felicidad.

-El matrimonio de Ana fracasa por la falta de amor y su relación con Vronski, porque tiene el amor como único centro.
-Expone un cuadro sombrío de las relaciones de pareja, sujetas a un desgaste que corroe los rasgos del ser amado.

-Refleja una obsesión por la muerte. Sólo uno de los 249 capítulos tiene título, precisamente La Muerte.

-La explicación de un suicidio: “¿Por qué no apagar la vela cuando ya no hay nada que ver, cuando a uno le repugna todo lo que ve?”

-Se impone la objetividad. Imposible buscar culpables e inocentes, víctimas y verdugos, buenos y malos. Lo dijo Tolstói: “Un relato impresiona mucho más cuando no se sabe de qué parte está el autor”.

-Es la obra maestra de un escritor deslumbrante que llegó a abjurar de su arte.

- Cada personaje, incluso los secundarios, es caracterizado con un gesto, un rasgo físico, un detalle de su atuendo o una combinación de elementos diversos.

-Hay párrafos perfectos, rebosantes de información, con detalles milimétricos y penetración obsesiva para que no se escape ningún aspecto revelador.

No se me ocurre ninguna recomendación mejor para rendir homenaje al trabajo raramente reconocido de los traductores, y para llenar los ratos de ocio del verano, que leer (o releer) esta versión remozada de Anna Karénina.

lunes, 23 de julio de 2012

Una historia de traductores fusilados en España



Encarna Magaña, fusilada en 1942
La nota está firmada por Alejandro Torrús y fue publicada por Público.es, el 21 de julio pasado. La bajada dice: “Ocho personas, entre ellos una mujer de 20 años, fueron fusilados el 12 de agosto de 1942 en Almería por traducir y distribuir información de la cadena inglesa sobre la Segunda Guerra mundial”. A la fecha, ya  tiene 112 comentarios. Se transcribe uno que da el tono general: “Esa era la tolerancia de los abuelos y padres de los que ahora nos desgobiernan, el fascismo sólo tiene una cara, la de la política del miedo y la represión, y estos de ahora la ejercen "democráticamente" contra el pueblo a base de hachazos y recortes de libertades, y si les dejáramos nos tratarían de joder como en el 36”.

Fusilados por traducir los partes de la BBC

Encarna tenía apenas 20 años de edad. De carácter entusiasta, quien la conoció afirma que era una joven inteligente, divertida y muy educada. Trabajaba como dependienta en la librería inglesa y no estaba afiliada a ningún partido o sindicato. De su efímera vida no se conoce mucho más y lo que se sabe no difiere de la de cualquier joven de su edad. Encarna tenía trabajo, su novio y un deseo innato de conocer. Sin embargo, el 12 de agosto de 1942 fue fusilada por el régimen de Franco en Almería junto a otros siete hombres acusada de “complot contra el Estado”. Su único delito fue traducir y distribuir información de la BBC sobre la Segunda Guerra mundial. La historia de estas ocho personas y de la de los más de cien imputados en el juicio se conoce como El parte inglés.

“La distribución de los partes de guerra fue una excusa. La Falange se quitó de encima a aquellos a los que tenía ganas desde hace años y puso esta excusa como pudo haber puesto cualquier otra”, relata a Público Miguel Molina, hijo de Diego Molina, capitán del ejército republicano, fusilado en esta causa

En Europa se estaba librando la batalla de las democracias contra el fascismo y en España el nuevo régimen aún no había conseguido institucionalizarse en todas las provincias del país. La victoria de los aliados en la Segunda Guerra mundial era la única esperanza para los que habían luchado por el orden democrático y republicano, pero el silencio informativo y la manipulación de los medios oficiales hacía imposible obtener informaciones veraces sobre la contienda.

La única fuente fiable de información y la única esperanza de los republicanos eran los partes de guerra de la BBC que llegaban a la ciudad a través del consulado inglés en la capital almeriense.

“Un grupo de personas consiguió contactos en el consulado británico en Almería consiguiendo los partes de guerra. Entonces, los traducían y entregaban a los guerrilleros republicanos huidos y los introducían en la cárcel a través de las hijas más pequeñas de los prisioneros o dentro de la comida, los pañales de los bebés...”, cuenta Martirio Tesoro, vicepresidenta de la Asociación por la Memoria histórica en Almería.

"El tío Paco"
Una de esas niñas que entraba en la cárcel a resumir los avances de la guerra europea era Ana María Moreno, quien actualmente suma 83 años. “A mi me daban una información y yo entraba en la cárcel y se lo contaba a mi padre como buenamente podía porque estábamos vigilados por la Guardia Civil. Por ejemplo, recuerdo que el pseudónimo de Franco era 'el tío Paco' . Así cada vez que teníamos que hablar de él yo hablaba de mi tío Paco”, recuerda Ana María, que por entonces tenía 12 años.

La red funcionó durante aproximadamente un año. El 18 de abril de 1941 la Falange descubrió destapó el caso y acusó a más de 100 personas de “complot contra el Estado”. Comenzó entonces un largo proceso que terminó con ocho ciudadanos almeríenses bajo una fosa frente al muro de entrada al cementerio de San José (Almería). “Había que limpiar rojos”, resume Martirio Tesoro.

El descubrimiento de este sistema de información oculto fue la chispa que prendió la mecha de la represión franquista en Almería. En esta localidad andaluza la Falange y la Guardia Civil mantenían una pugna para demostrar ante los altos cargos su valía y capacidad para mantener el orden en la ciudad y, quizá, obtener la alcaldía. “En esta Causa Judicial, que se sustanciaría durante unas pocas jornadas del mes de mayo de 1941, se utilizó un procedimiento denominado “inquisitorial”. Es decir, se podían utilizar medios poco ortodoxos para la obtención de las declaraciones, pudiendo llegar incluso a la violencia o tortura. Así veremos, que algunos de los testigos se desdicen de lo manifestado ante los policías de Falange cuando se presentan ante el juez instructor e, incluso algunos, ingresan en los hospitales con fracturas de huesos e incluso contusiones de todo tipo y por todo el cuerpo”, detalla Eusebio Rodríguez, historiador e investigador del caso.

La sentencia, publicada pocos meses después, condenaba a muerte a ocho personas por pertenencia a una “organización clandestina de tipo marxista revolucionaria antifascista de acción y agitación cuya actividad era la propaganda marxista organizada en el sentido de un cambio de régimen en España que habría que traer consigo la victoria de Inglaterra y Rusia en la guerra actual”. Entre ellos, la joven Encarna Magaña, la única mujer fusilada en la provincia de Almería.

sábado, 21 de julio de 2012

Otra vez los franceses buscan carne joven

Benjamin Barnier, de la Oficina del Libro Regional, del Servicio Cultural de la Embajada de Francia en la Argentina ha enviado la presente información para los traductores latinoamericanos del francés de menores de 35 años.

IFAL Ambassade de France au Mexique 
 (19 - 28 novembre 2012)
Objet : Appel à candidature pour le 7ème séminaire international de formation de jeunes traducteurs littéraires hispano-américains, Mexico 19-28 novembre 2012.

Résumé : L’Institut Français d’Amérique Latine (IFAL) de Mexico organisera du 19 au 28 novembre 2012 le 7ème séminaire de formation à la traduction littéraire pour jeunes traducteurs hispano-américains.
Ce séminaire destiné à professionnaliser la traduction français-espagnol permet de prendre en charge la formation de 10 traducteurs hispano-américains, à raison de un par pays d’Amérique latine, et de 5 Mexicains.

Date limite de dépôt des dossiers de candidature à la Coordination régionale: 09 août 2012

Contact : Benjamin Barnier / benjamin.barnier@diplomatie.gouv.fr / (54-11) 4515-6915

Chaque année, l’Institut Français d’Amérique Latine de Mexico, avec l’appui de l’Institut Français, invite une quinzaine de jeunes traducteurs venus de divers pays hispanophones (Argentine, Bolivie, Chili, Colombie, Costa Rica, Equateur, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panama, Paraguay, Pérou, Salvador, Uruguay, Venezuela) à suivre une formation d’une semaine, organisée par son Centre Professionnel de Traduction et d’Interprétation (CPTI).
Cette formation est également appuyée depuis 2011 par les Coordinations régionales Amérique Centrale, Cône Sud et Pays Andins.

Ce séminaire se déroule en deux temps :
 Une formation constituée :
- d’ateliers pratiques
- d’une approche sur les aspects professionnels de la traduction
- de séances sur la connaissance de la littérature française et de la francophonie
- de débats sur l’histoire et la critique de la traduction
- de rencontres avec des traducteurs, écrivains, éditeurs.

·        Une participation des traducteurs aux Journées professionnelles de la Foire Internationale du Livre de Guadalajara (FILG)

Objectifs généraux 

Destinée à enrichir le vivier des traducteurs latino-américains en français, à promouvoir l’échange entre jeunes traducteurs et à leur offrir un espace de réflexion et une connaissance plus précise du milieu professionnel et des techniques de la traduction, cette formation s’adresse à des traducteurs en début de carrière ayant au moins déjà publié la traduction d’un livre.

Le séjour à la Foire Internationale du Livre de Guadalajara permettra d’une part aux traducteurs de rencontrer les professionnels du livre, notamment ceux d’Amérique latine et, d’autre part, de participer aux différentes activités proposées durant ces trois journées.

Organisation du séminaire 
35 heures de formation intensive, du lundi 19 au vendredi 23 novembre 2012 de 9h à 13h30 et de 15h à 18h.
·         Journées professionnelles de la FILG, du lundi 26 au mercredi 28 novembre 2012.

Organisateurs 

 Institut Français d’Amérique Latine (IFAL)

Profil des candidat

Traducteurs hispano-américains en début de carrière ayant au moins un livre traduit et publié.


Lieu 

Plate-forme éducative de l’IFAL
Río Nazas 43, Col Cuauhtémoc, México DF
Tél : 55 66 07 77, poste 125

Dates

19 – 23 novembre 2012 : Formation à l’IFAL de Mexico
26 – 28 novembre 2012 : Foire Internationale du Livre de Guadalajara

Prise en charge
Les billets d’avion en classe économique sur le trajet Ville d’origine-Mexico-Guadalajara- Ville d’origine, seront pris en charge par la Coordination régionale du Cône Sud.
Les frais d’hébergement à Mexico et les repas de midi durant le séminaire seront pris en charge par l’IFAL de Mexico.
Les frais d’hébergement à Guadalajara et les droits d’entrée à la FILG seront pris en charge par la FILG.

Procédure de candidature

Les participants doivent adresser leur candidature à la Coordination régionale du Cône Sud avant le 09 août 2012 :

-                                  CV détaillé en français
-                                  Coordonnées exactes (adresse, téléphone, courriel actualisé)
-                                  Lettre de motivation en français
-                                  Attestation du niveau de français

Sur la base de ces informations, de l’implication du candidat et du projet professionnel décrit dans sa lettre de motivation, la Coordination régionale procèdera à une présélection de candidats qu’elle transmettra à l’IFAL au plus tard le 15 août 2012 en vue de la sélection finale. Les candidats retenus seront avisés personnellement début septembre par l’IFAL et la coordination régionale du Cône Sud.

Contacts 
Coordonnées de la Coordination régionale du Cône Sud :
Benjamin Barnier
Courriel : benjamin.barnier@diplomatie.gouv.fr
Tel : (54-11) 4515-6915
Fax : (54-11) 4515-6923

IFAL Mexico :
Arturo Vázquez Barrón
Valérie Juquois
Téléphone       : 52 (55) 55 66 07 77  poste 125
Fax                  : 52 (55) 55 66 86 13

jueves, 19 de julio de 2012

Para los amantes de la literatura china

“¿Qué escritores, poetas, ensayistas, críticos o cineastas chinos han sido traducidos al español? ¿Y cuáles merecerían ser traducidos? ¿Qué historias, pensamientos, emociones e imaginaciones han enriquecido o pueden enriquecer nuestro conocimiento sobre China, compañera y parte del mundo que habitamos? Entre lo hecho y lo que está por hacer, caminos andados y por andar, quiere situarse este espacio, una posta que canalice información y recursos sobre literatura china en español.”

Con estas palabras se inicia china traducida (http://china-traducida.net/), un muy interesante blog que llevan adelante los españoles Tyra Díez, Anna Boladeras,  Manuel Pavón Belizón y la china Qiu Keman. Allí, además de publicar autores clásicos y contemporáneas de China, se ofrece mucha información sobre estos y sobre las editoriales que los publican en lengua castellana.

miércoles, 18 de julio de 2012

La Cámpora lee a Voltaire y no es chiste

Entre las charlas que integran el ciclo "De las letras y su huella en América latina. Siglos XVI-XX", que organiza el Catálogo Nacional Unificado (Programa Nacional de Bibliografía Colonial de la BN) y que  tendrá lugar en el 30 de julio en el auditorio David Viñas del Museo del Libro y de la Lengua de la Biblioteca Nacional (Av. Las Heras 2555 C.A.B.A.), el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires desea destacar la mesa "Candido o el optimismo: ¿panfleto libertario o texto erótico? Sobre la edición de textos franceses del siglo XVIII en la Argentina del siglo XX", a cargo de la Dra. Magdalena Cámpora (profesora U.C.A./USAL e investigadora del CONICET).

Entrada libre y gratuita con inscripción previa en catalogonacionalunificado@gmail.com

martes, 17 de julio de 2012

Una visita del Programa Sur al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires

El Club de Traductores Literarios de Buenos Aires recibió a Bernardo Bouquet, funcionario de la Cancillería argentina, para que explicara en qué consiste el Programa Sur de subvención a las traducciones de obras de autores nacionales en el extranjero. Luego de una muy breve exposición, comenzó una discusión animada (como puede verse acá ), que permitió conocer los criterios empleados hasta ahora, sumando, a la vez, no pocas sugerencias por parte de los muchos traductores presentes.

Bernardo Bouquet es Licenciado en Administración y Gestión de Políticas Culturales (UNSAM) e integra el equipo del PROSUR. Dirección General de Asuntos Culturales de la Cancillería.

lunes, 16 de julio de 2012

México se suma a la Argentina y a Brasil, y ofrece subsidios para la traducción de obras de autores mexicanos

No sin cierta dificultad nos hemos enterado de la existencia de un Programa de Apoyo a la Traducción de Obras Mexicanas (ProTrad) propuesto por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), de México. De este modo, México, al igual que la Argentina y Brasil, promueve la publicación de autores mexicanos en otras lenguas.

La información puede ser requerida en: CONACULTA/Programa de Apoyo a la Traducción de Obras Mexicanas (ProTrad) del FONCA
Rep. de Argentina 12 esq. Donceles
Centro Histórico
CP 06020, Cuauhtémoc, Distrito Federal
Tels. (55) 41 55 07 30 ext. 7058
shuerta@conaculta.gob.mx

Según se señala en el sitio (ver ), el objetivo del ProTrad es la traducción y publicación en lenguas extranjeras de obras de autores mexicanos. Las obras propuestas para su traducción deberán estar publicadas en México. Se apoyarán los proyectos editoriales que, en el momento en que se presente la solicitud, no se encuentren impresos o en proceso de impresión en el extranjero. Las categorías abiertas a concurso son: editoriales chinas, editoriales en lengua inglesa y editoriales extranjeras.

viernes, 13 de julio de 2012

La traducción literaria en América Latina: una lectura entre muchas otras posibles

Se reproduce a continuación una reseña del traductor e investigador argentino Santiago Venturini (en la foto), aparecida en el sitio Bazar Americano, a propósito de La traducción literaria en América Latina, volumen compilado por Gabriela Adamo, del que oportunamente ya se ha hablado en este blog. 

Un balance pendiente

En la portada de La traducción literaria en América Latina se reproduce, ondulada, la imagen de una página del doble número crepuscular que Sur le dedicó a los “Problemas de la traducción” (Nº 338-339, enero-diciembre de 1976). Es la última página de la introducción, firmada por ese nombre que funcionó como  sello  de  autenticidad de la revista, el de Victoria Ocampo, y en la imagen puede leerse incluso el agradecimiento de Ocampo hacia el verdadero orquestador de la entrega, Jaime Rest. Más allá de responder a una aleatoria decisión de diseño o a un guiño calculado, esa reproducción expone desde el detalle una de las cuestiones que organiza al volumen publicado por Paidós y la Fundación TyPA (Teoría y Práctica de las Artes): la revisión de las tradiciones de traducción latinoamericanas –operación para la cual, ya lo sabemos desde hace tiempo, pocos nombres son tan imprescindibles como el de Sur.

La mayor parte de los trabajos compilados por Gabriela Adamo avanzan en el cumplimiento de esta tarea arqueológica, tal como se advierte al repasar la primera y más voluminosa de las dos secciones del sumario: “Un recorrido por el continente”. Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, Centroamérica y México son los espacios explorados desde una premisa: es necesaria una revisión de los modos en que se definió y se practicó la traducción en América Latina. Entre las razones que justifican esa necesidad aparecen su creciente institucionalización, la enorme visibilidad que viene adquiriendo desde hace tiempo en diferentes ámbitos disciplinares (hay que decirlo rápidamente: la traducción está de moda) y la certidumbre (tardía, es cierto) de que la traducción constituye una práctica catalizadora que fue imprescindible para la configuración de las culturas latinoamericanas y de las literaturas nacionales. Al lado de esta sección mayor, “Cruces y diagonales” aparece casi como un apéndice: recopila tres trabajos, no menos valiosos, en los que se abandona el perímetro geográfico de la nación o la región para construir una reflexión de otro calibre.

A lo largo del libro el tono no es el de la teoría, aun cuando muchos pasajes o determinados trabajos (como el de Florencia Garramuño) aborden la cuestión desde aportes teóricos. Es necesario repetirlo: La traducción literaria en América Latina no es un libro de teoría sobre traducción, y Adamo lo advierte en el momento de presentarlo: “los textos que conforman este libro no son teóricos, sino empíricos. Nuestro pedido hacia los autores fue, específicamente, que describieran a su modo el contexto que los rodea y en el que llevan a cabo su trabajo: algunos lo hicieron con una mirada muy personal, otros buscaron un panorama más normativo y otros resumieron años de trabajo académico; muchos, desde ya, combinaron estos enfoques”. Esta hibridez, que hace que la mayor parte de los ensayos alternen entre la perspectiva histórica, la anécdota y el abordaje académico se relaciona sin dudas con el ámbito de pertenencia de los participantes: los textos están firmados por traductores, editores, profesores, investigadores y escritores –y muchos nombres cumplen varias de estas funciones a la vez.

Inaugurando el volumen, Anna Gargatagli repasa las “escenas de la traducción” en Argentina: un recorrido que avanza desde la circulación de las traducciones españolas que trasladaban a los países latinoamericanos al ficticio “transmundo de la hispanidad”, continúa por la aparición de esas primeras “traducciones de autor” (Borges, Bioy Casares, Ocampo, Wilcock, etcétera) que tenían como fin el efecto literario, y llega hasta la configuración de una lengua de traducción argentina, modelada por la “impersonalidad flaubertiana”: “El uso de un idioma impersonal para traducir, diferente de la escritura literaria o de los usos coloquiales, implicó que la posibilidad de ser hondamente otro fuera el resultado de un intenso trabajo sobre la lengua que sigue siendo hasta ahora la función de la traducción argentina”. Gargatagli cierra su intervención con un repaso por la situación actual en el que se enumeran agentes, editoriales y organizaciones que hacen de la traducción de diferentes géneros una actividad en expansión.

 Armando Roa Vidal aborda la cuestión de la traducción de poesía en el contexto chileno y señala dos rasgos decisivos que comenzaron a tomar forma a partir de la llamada Generación del 38: una mirada crítica hacia las traducciones españolas y una nueva concepción de la poesía como una actividad  “abiertamente palimpséstica” y “apropiativa” que desdibuja las fronteras entre creador y traductor y establece una continuidad entre la escritura y la traducción que vuelve obsoletas nociones como las de original o fidelidad. Martha Pulido y María Victoria Tipiani, por su parte, llevan a cabo un inventario detallado de las publicaciones y actividades relacionadas con la traducción en Colombia: editoriales con colecciones específicas, revistas, programas y eventos (las autoras exponen el trabajo con las lenguas extranjeras y la traducción que escenifica el Festival de poesía de Medellín), para concluir que “en Colombia, la traducción ocupa espacios de importancia en los ámbitos profesionales, institucionales y de creación artística”. Algo similar lleva a cabo Edda Armas en su trabajo, que focaliza el ámbito venezolano. Armas también repara en editoriales y colecciones, programas y eventos, al tiempo que expone algunas “poéticas de la traducción” que considera relevantes (su recorrido se inicia con Andrés Bello y llega hasta traductores contemporáneos como Hanni Ossott Verónica Jaffé o Luis Miguel Isava) y se detiene en la traducción de literatura en lenguas indígenas. Carlos Cortés se concentra en Centroamérica, ese espacio paradójico marcado por “el desfase entre una tradición cultural antiquísima y el limbo editorial moderno”. La ausencia de una industria y un mercado editoriales consolidados hicieron históricamente de Centroamérica una zona de expulsión: “Desde los poetas modernistas hasta los autores contemporáneos, todos han publicado sus obras, incluyendo sus traducciones, fuera del área centroamericana”. Esto ha hecho que importantes escritores y traductores como el nicaragüense José Coronel Utrecho, y posteriormente otros como Mario Monteforte Toledo, Alíde Foppa, José Basileo Acuña y Joaquín Gutiérrez (estos dos últimos, destacados traductores de Shakespeare) se vieran obligados a publicar muchas de sus traducciones en otros países como México o España.

Lucrecia Orensanz lleva a cabo un desplazamiento respecto de las demás intervenciones dado que su trabajo, concentrado en el ámbito mexicano, aborda la traducción como formación académica y como profesión, lo que hace que aparezcan aspectos como la identidad gremial de los traductores. En relación con esto, Orensanz reflexiona sobre el estatuto de esa figura bifronte que es el traductor literario, figura en la que se confrontan dos agentes diferentes: el escritor-traductor y el traductor “profesional”. El desacuerdo entre ambos coloca a la traducción literaria en un lugar ambiguo. La extensión de la cita vale la pena: “El problema con la tradición de los escritores-traductores es que ha subordinado la actividad traductora al prestigio literario de quien la practica y ha contribuido a desconectar la traducción literaria de otras formas de traducción, en particular otras formas de traducción editorial. Si el criterio que distingue la traducción literaria es la identidad profesional de quienes la ejercen, y si la identidad profesional de la gente de letras busca a menudo alejarse de todo lo prosaico que envuelve la traducción ejercida como oficio y profesión (pagos, plazos, consignas editoriales, etc.), entonces se acentúa la escisión entre las distintas formas de traducción y entre los distintos tipos de traductores. Básicamente, es la escisión entre los traductores profesionales y los académicos o escritores que traducen. Como si el término ‘traducción literaria’ fuera una cuerda de la que jalan ambos frentes: los escritores del lado de la ‘literaria’ y los traductores del lado de ‘traducción’”.

El trabajo de Florencia Garramuño abre la segunda sección del libro con la constatación de un cambio en el abordaje de la traducción: el paso del paradigma filológico y lingüístico al interés por las “negociaciones históricas y culturales que definen a un texto y sus subsiguientes interpretaciones y traducciones” –algo que, es posible agregar, comienza a operarse desde el surgimiento de los Translation Studies en la década de 1970, estudios que marcaron el abandono del enfoque normativo antes predominante y fortalecieron el enfoque descriptivo. Garramuño, traductora de portugués y una de las responsables de la colección “Vereda tropical” de la editorial Corregidor, se detiene en la relación entre la literatura argentina y la literatura brasileña para pensar las razones que explican la creciente visibilidad de la literatura de Brasil en la Argentina actual. Anna-Kazumi Stahl, por su parte, aborda la importación de literatura japonesa en Latinoamérica a partir de estrategias como la práctica frecuente de la traducción indirecta (es el caso del célebre Kawabata, cuyos libros se tradujeron al castellano a partir de las versiones en inglés) o la occidentalización de la escritura japonesa (a través, por ejemplo, del abandono progresivo de los ideogramas) que llevan a cabo los mismos escritores con el fin de producir una literatura más traducible y garantizar su éxito en el mercado global. Como contraejemplo, Stahl recupera dos proyectos, ambos llevados a cabo por la editorial argentina Adriana Hidalgo, que apostaron a la traducción de textos complejos: Una novela real, de Minae Mizumura y Karada. El cuerpo en la cultura japonesa, del antropólogo japonés Michitaro Tada. Finalmente, Andrés Ehrenhaus reflexiona sobre el trabajo de los traductores argentinos en España. Lo interesante es que esa reflexión se enmarca en un relato autobiográfico –por eso Ehrenhaus habla de una “poética de la experiencia”–, un relato sobre el exilio, sobre la condición del huésped, sobre el pago de un “derecho de hospedaje” (que Ehrenhaus cumplió “desargentinizando” traducciones compradas a bajo precio en nuestro país y publicadas posteriormente en España), sobre la confrontación de la lengua propia y la lengua ajena y sobre las poéticas y las políticas que la traducciones ponen en juego.

Como queda expuesto en este repaso, la tarea arqueológica a la que hicimos referencia al comienzo se cumple inevitablemente desde el presente, lo que hace que la mirada retrospectiva esté casi obligada a presentar su diagnóstico de lo actual. Y el diagnóstico, que aparece disgregado en los trabajos  que  componen  La  traducción  literaria en América Latina –y que, como compiladora, Adamo  capta perfectamente–  da cuenta de esa doble condición de la traducción: por un lado, desalentada por la falta de recursos, la ausencia de apoyo estatal e institucional y la precariedad  de  las industrias editoriales de algunos países –cuestiones en las que coinciden la mayoría de los autores–; por el otro, impulsada por la aparición de una cantidad importante de escuelas, asociaciones, centros de investigación, editoriales, blogs y sitios webs que generan interesantes espacios de discusión (destacamos, desde este lugar, la labor que lleva adelante el blog del “Club de Traductores Literarios de Buenos Aires”), ámbitos que surgen –y en esto también coinciden todos los autores– gracias al trabajo de individuos y grupos más o menos reducidos, y no  de  políticas  públicas. “Pareciera –señala Adamo– que las traducciones en América Latina dependieran demasiado del entusiasmo y del compromiso individual (que, por suerte, abunda)”.