domingo, 8 de enero de 2012

"Un lenguaje nuevo, maleable, con el que jamás se había escrito una obra de largo aliento"

Dante, por Carlos Alonso
Aparecido ayer en las páginas de cultura del diario Clarín, el siguiente artículo, firmado por el Administrador de este blog, da cuenta de la nueva versión de la Divina Comedia debida a Jorge Aulicino. Si bien ya hubo otras entradas en este blog sobre el tema (), dada la magnitud de la empresa y sus resultados, vale la pena insistir.

La Divina Comedia traducida al lenguaje de aquí y ahora

Hay obras literarias que, más allá de su importancia para la lengua en que fueron escritas y para el momento histórico en que fueron pergeñadas,  resultan fundamentales, constituyéndose en su patrimonio común de la humanidad. Y eso sucede por las muchas la incesante labor de los traductores que, generación tras generación vuelven a medirse con esos originales. Los autores de la Biblia, los de Las mil y una noches, los de la Ilíada y la Odisea –a quienes, simplificando, llamamos Homero–, Shakespeare, Cervantes y tantos otros son ejemplo de ello. También Dante, autor de la Comedia, poema en tres partes, a su vez divididas en cantos escritos en tercetos, cuyas fechas tentativas de composición se sitúan entre 1304 y 1321. Su argumento es sencillo: trata de un recorrido realizado por Dante, primero acompañado por el poeta romano Virgilio, por el Infierno y Purgatorio, y luego por Beatriz y, más adelante, San Bernardo de Claraval , por el Paraíso. La trascendencia del empeño de Dante hizo que para 1500 al título original se le agregara el adjetivo con el que hoy se conoce la obra, desde entonces, la Divina comedia.

Traducido a casi todas las lenguas y muchas veces, se supone que la primera traducción al castellano de España –hoy perdida–  fue realizada por Enrique de Villena a principios del siglo XV. Desde entonces cada siglo fue sumando innumerables versiones totales o parciales; entre ellas, la de Pedro Fernández de Villegas, la Cayetano Rosell, la de Juan de la Pezuela –Conde de Cheste– y, más recientemente, la de Nicolás González Ruiz, y la de  Luis Martínez Merlo y Joaquín Arce. Por sobre todas se destaca sin embargo la del poeta Ángel Crespo, quien entre 1973 y 1981 tradujo en verso las tres partes.

Ahora bien, a pesar de que el castellano de España y el de Latinoamérica poseen muchos puntos en común, atendiendo a la evolución de la poesía a ambos lados del Atlántico, es posible que las mayores diferencias ocurran en el campo de la prosodia que, según una de las acepciones del diccionario es “el estudio de los rasgos fónicos que afectan a la métrica, especialmente de los acentos y de la cantidad”. Pero las diferencias no se quedan ahí: también se las ve en el léxico, la morfología y la sintaxis. Así lo reconoció trempranamente Bartolomé Mitre, primer traductor argentino de la Divina comedia, cuya versión se publicó en 1889. Sin saberlo, inauguraba una tradición que continuaron Ángel Batistesa (1984), Antonio Jorge Milano (2003) y Jorge Aulicino (2011). Como todas, cada una de estas versiones tiene sus méritos y sus defectos. Pero después de haberlas comparado, tiendo a pensar que  la de Aulicino es la que más acierta. ¿Por qué? Probablemente porque, siendo uno de los más notables poetas argentinos, ha decidido que su traducción se guiara por la temperatura de las palabras del original. Dicho de otro modo, así como Dante “inventa” el italiano, Aulicino intenta recuperar esa invención para nuestra lengua. Observa que  la aventura de Dante es inédita, pero también lo es su lenguaje- “Un lenguaje nuevo, maleable –observa Aulicino–, con el que jamás se había escrito una obra de largo aliento. Dante maneja esa arcilla a su antojo, y no es el envejecimiento de sus términos, sino su posterior cristalización la que dificulta no ya la traducción a otro idioma, sino el entendimiento en el italiano contemporáneo. No quiero abundar en la imposibilidad de traducir de modo cercano a este sustrato fascinante de galaxias en formación, respetando incluso métrica y rima. Las traducciones que así lo hicieron son admirables –destaco la de Bartolomé Mitre y la de Ángel Crespo–, pero pagaron el alto tributo de alejarse de la fragua caliente de la que salían echando humo las palabras dantescas, para imponerles un ritmo equivalente al castellano”. Aulicino procede de otro modo: “Lo que se escribió en ese maravilloso lenguaje uterino es tan irreproducible como las rimas originales. Traté de acercarme a la raíz latina con la que Dante maniobraba creando no sólo un poema, sino también un idioma, y buscando en el nuestro –en nuestro castellano de acá–, una paráfrasis natural y semejante en todo lo posible a la cambiante y múltiple materia original”. Aulicino lo logra y hace que su versión del Infierno, que la editorial Gog y Magog acaba de publicar en versión bilingüe y con ilustraciones de Carlos Alonso, se convierta a futuro en una referencia obligada.

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