jueves, 2 de septiembre de 2010

La traducción es política




El domingo 29 de noviembre de 2009, la escritora, ensayista y periodista argentina Esther Andradi publicó el presente artículo en La Jornada, de México.






Alexander von Humboldt: el viaje del pensamiento

Durante más de sesenta años vivió sin residencia fija, alternando entre París y Berlín, viajando por Asia y América, buscando la desprovincianización de Europa. El Barón de Humboldt, el cosmopolita que más sabía de la selva, el hombre que durante cinco años recorrió los territorios de Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, México y Cuba, el científico cuyo laboratorio cabía en una maleta, el políglota que escribió toda su obra en francés, el librepensador y antiesclavista recibido por reyes y zares, sobrevivió al olvido en su tierra natal, a la manipulación de las traducciones y a la utilización para fines políticos de las investigaciones de sus viajes. Ciento cincuenta años después de su muerte, el 6 de mayo de 1859, acaban de publicarse en Alemania reediciones de la obra de este viajero excelso, entre ellas El descubrimiento del nuevo mundo, con la reproducción de la cartografía original, así como Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, ambos con edición y prólogo del investigador y ensayista Ottmar Ette, especialista en la obra de Alexander von Humboldt y autor, además, del reciente ensayo biográfico Humboldt y la globalización. Esta biografía ilumina la vida y la obra de Humboldt desde viajar y saber, entre pensamiento y movimiento.

LA VIDA ES VIAJE
Su nombre es leyenda. Casi un millar de cosas se llaman como él en todo el mundo: calles, ciudades, escuelas, universidades, y hasta un cráter en la luna. El Barón, que había estudiado ingeniería de minas y se especializó en Hacienda, devino autodidacta en un sinnúmero de disciplinas especiales imposibles de dominar hoy día por una sola persona. Desde anatomía hasta historia antigua, pasando por botánica, geología, matemáticas, filología, mineralogía, zoología. Para él lo importante era el diálogo interdisciplinario y la movilidad era el programa. El Barón realizó el primer viaje a ultramar sin motivo de conquista o colonización, sólo por su afán de saber y pagado por sus propios medios. En 1799 se embarcó rumbo a Venezuela junto a su amigo, el botánico y médico francés Aimé Bonpland. Humboldt, “una Academia ambulante”, según Goethe, transportaba consigo los cincuenta aparatos modernos de medición de la época y un laboratorio científico viajaba en su maleta.

“Coleccionaré plantas y animales, investigaré la temperatura, la elasticidad, el contenido magnético y eléctrico de la atmósfera, mediré montañas, ríos...” escribió, pero lo fundamental sería investigar “la intercorrelación y la interacción de todas las fuerzas naturales”, incorporando la geomorfología, la hidrogeografía, la climatología, la geografía botánica, zoología y también la humana. Con las dimensiones naturaleza, hombre, sociedad e historia.

Humboldt dedicó treinta años a elaborar lo explorado y, en 1847, publicó su libro Cosmos, que causó furor en su época, aunque también le valió públicamente el insulto de “asesino de almas” por ser considerada una obra “atea”. Humboldt escribió en francés, lengua que, a diferencia del idioma alemán, en aquella época se leía y también se hablaba más allá de las fronteras europeas. Además, por las bibliotecas y la documentación que París reunía entonces y porque, a diferencia de Berlín, la Ciudad luz era, en medio de revueltas y oposiciones, de luchas y diatribas, un lugar de “circulación del saber” como ningún otro en Europa. Sin embargo, el Barón, que convocó en vida tanto público en los salones como una estrella de hoy día, fue olvidado en Europa poco después de su muerte.

LA TRADUCCIÓN ES POLÍTICA
Pero el Barón sobrevivió en América, aunque sus escritos, que confrontaban el eurocentrismo de su época y el racismo, fueron frecuentemente manipulados. La primera traducción de Humboldt al inglés, por ejemplo, apareció en 1856 durante la Guerra civil estadunidense, y por eso John S. Thrasher, traductor del Ensayo político sobre la isla de Cuba, eliminó todo lo que Humboldt escribió en contra de la esclavitud. “La traducción siempre es política. No sólo se decide el cómo sino también el qué traducir”, así lo explica Ottmar Ette, profesor de la Universidad de Potsdam, Alemania. Humboldt, que todavía vivía cuando circuló esta traducción, se puso histérico y escribió cartas acusando la tergiversación de este traductor, pero de nada sirvieron entonces sus protestas. “Lo terrible –dice Ette– es que esta traducción sigue circulando en Estados Unidos, y recién ahora, en un proyecto conjunto con la Universidad de Chicago, está en preparación una nueva traducción bajo la dirección de Vera Kutzinski.” Claro que reforzar un estereotipo siempre es más fácil que revertirlo. Por eso en Estados Unidos aún persiste la idea de que Humboldt era esclavista.

Además de la tergiversación de sus traducciones, sus exploraciones fueron frecuentemente malinterpretadas y políticamente manipuladas. En México, gracias a la influencia de su Ensayo político del virreynato de la Nueva España, fue el único extranjero que, poco después de su muerte, en junio de 1859, fue declarado por Benito Juárez como “Benemérito de la Patria.” Sin embargo, comenta Ette, aún persiste en ciertos círculos el recelo hacia el Barón porque, se dice, sus precisas descripciones del territorio mexicano fueron una conspiración para favorecer los planes de anexión del gobierno estadunidense.

Los alemanes redescubrieron a Humboldt una década más tarde que los franceses. Fue durante Horizontes, un megafestival dedicado a América Latina y realizado en Berlín en 1982, con espíritu muy humboldtiano por cierto: se reunieron maestros de la salsa y el tango con orquestas sinfónicas del continente, la plástica, la escultura, y por primera vez se expusieron en Europa las obras de Frida Kahlo, mientras que la literatura contó entre otros con Octavio Paz, Juan Rulfo y Elena Poniatowska.

“Nunca olvidaré la sorpresa de Octavio Paz cuando mencionó al Barón Humboldt, y nadie reaccionó –cuenta Ottmar Ette. Es que aquí se conocía a Guillermo, pero el noventa por ciento del público alemán no había leído a Alexander, al viajero, al científico que durante más de sesenta años de su vida había recorrido el mundo en aras de la ciencia.” Fue entonces que Ottmar Ette decidió reeditar la obra de Alexander von Humboldt Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, lo que le llevaría más de una década, no sólo por ser un volumen de mil cuatrocientas páginas, sino y sobre todo, por la dificultad de convencer a una editorial sobre la necesidad de tamaña empresa.

“La obra de Humboldt es como Rayuela, de Cortázar: se puede leer de atrás para adelante y desde cualquier lugar”, aclara Ette, y agrega: “Humboldt es un pensador global, su trabajo tiene muchas dimensiones, sabe de filosofía y de mediciones, es un nómada de las ciencias, su objetivo es desprovincianizar el pensamiento europeo, para ello debe mirarlo desde otro lugar. No le interesa la acumulación de datos, sino la ilación, la interrelación, la circulación del saber.” Y concluye: “El Barón supo y demostró que la historia de Europa no se puede entender sin la historia de los otros pueblos, y sólo en relación con los otros pueblos.”

EL BARÓN GLOBAL
“El autor de Cuadros de la Naturaleza es un pensador de lo global, cuya mirada diferente atraviesa su época y gana en actualidad frente a los desafíos de nuestro tiempo [...] Sus logros como investigador de la naturaleza y la cultura, como filósofo, como erudito y como escritor, son imprescindibles para repensar y analizar en su historia las posibilidades y riesgos de esta globalización acelerada”, asevera Ette en esta biografía. El Barón se jugó por entero en ese debate de la Ilustración que a fines del siglo XVIII consideraba al Continente Americano como una réplica del europeo, y a sus habitantes como inferiores. “Ese jacobino de frac”, como alguien lo definió alguna vez, se interpuso entre el eurocentrismo de su época y el racismo, expresado en el desprecio al indígena y la inferioridad de la naturaleza del Nuevo Mundo. Humboldt pudo demostrar que el Continente Americano era particular y diferente del europeo, pero fue aun más allá de los criterios dualistas. Para él se trataba de admitir al “otro”, de construir una modernidad multipolar, un proyecto que, por cierto, aún hoy está por desarrollarse. Y añade Ette: “El Barón Humboldt era consciente de la pluralidad de los mundos y se esforzaba por establecer puentes de comunicación entre esos mundos.” Fue un constructor de redes, un intermediario, un transmisor. Su cuantiosa correspondencia, que abarca alrededor de unas treinta y cinco mil cartas, aún no fue procesada en su totalidad, pero aclara también porqué este viajero sigue gozando de popularidad en continentes diferentes.

La actualidad del Barón de Humboldt tiene también un correlato político en Berlín. En 2010, los alemanes se preparan para comenzar la polémica reconstrucción del castillo berlinés, donde funcionará el Forum Humboldt. Polémica, porque costará millones que el gobierno no tiene, porque sus detractores no entienden la necesidad de reconstruir un castillo en estos tiempos, y por último porque se trata de una reconstrucción más que simbólica. El castillo berlinés, centro del orden prusiano, fue destruido por los bombardeos durante la guerra, y sobre sus ruinas la ex RDA construyó su sede parlamentaria, el Palacio de la República, edificio que, a su vez, fue recientemente demolido por contener asbesto... Este castillo berlinés, que deberá estar concluido en 2015, será la sede del futuro Foro Humboldt, un homenaje a los hermanos Guillermo y Alejandro. Y como dice Ette, si lleva el nombre de Humboldt, tienen que estar allí las coordenadas que guiaron los viajes del Barón para constituirse en “un lugar de búsqueda, exploración, interpretación y traducción, donde el mundo sea visto a través de múltiples relaciones, incorporando toda la tradición marginalizada.”

EL ARTE DE FRACASAR
¿Qué animaba a este sabio que reunió viaje y saber, e introdujo el concepto de movilidad en la ciencia? Ette define el acercamiento científico de Humboldt a través de tres elementos que considera fundamentales. El primero de ellos, el rechazo al pensamiento único. Su obra en francés y en alemán, afincada en diferentes lenguas, entre diferentes culturas, atestigua el anhelo de evitar el dominio de una sola forma de pensamiento sistemático. Y en caso de que tuviese que definirse por una única línea directriz, pues ésta no podría ser otra que “todo es relación, correlación e interacción”.

El segundo elemento es lo que Ette denomina “la falta de orden”, haciendo referencia al aspecto multidisciplinario y de múltiples relaciones del trabajo de Humboldt. Todas las partes del mundo están relacionadas desde diferentes perspectivas, y puesto que Humboldt jamás escondió su punto de vista europeo, estaba claro que su opinión fragmentaria del mundo sólo podría completarse cuando se interpretara desde otros planos.

Por último, según Ette, el método de acercamiento científico del Barón es aquel orientado a desarrollar el arte de fracasar. Algo que en el mundo de hoy, colonizado por la cultura de “error cero”, puede parecer increíblemente extraño. “El arte de fracasar debe ser aprendido”, escribe Ottmar Ette en su biografía del Barón, y concluye: “Donde reina la obligación patológica del éxito permanente, progreso y bienestar, el miedo neurótico al fracaso impide otras miradas científicas y descubrimientos diferentes.”

El Barón habla de la suerte de no llegar nunca, porque sería el fin de la historia. Enemigo radical de cualquier sistema de pensamiento, busca el “pensamiento en movimiento”, porque aquello descubierto puede ser redescubierto y reinterpretado desde otra mirada, desde otra lengua. “Rebosando inquietud y tensión –escribió– nunca me conformo con lo alcanzado, y sólo soy feliz cuando emprendo algo nuevo, cuando puedo hacer tres cosas a la vez.” “El fin” sólo implica un nuevo comienzo. El pensamiento jamás se estanca: viaja, incansable, como el Barón.

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